Quizá todo por estar viviendo tan intensamente la adquisición de mi conocimiento más reciente, construyendo mi segundo cerebro, el digital. Ésta técnica incrementa nuestra conciencia de lo que vamos viviendo en el día a día y resulta sobrecogedor el ir viendo “la figura que va apareciendo al ir uniendo los puntos”. Estoy intuyendo que este artículo será muy diferente a lo que suelo publicar. Siendo un poco más preciso, no creo redactar un clásico ensayo con la misión de enseñar, capacitar, motivar o inspirar. Quizá sólo estoy obedeciendo al impulso por compartir experiencias de vida harto significantes para mi experiencia humana. Sólo eso, con las confesiones inherentes de dichas experiencias. Sin más, aquí voy. Hace unos cuantos días, al revisar mi correo, recibí uno de Netflix donde decía algo más o menos así: “Por tu perfil, te recomendamos una nueva serie, Cómo cambiar tu mente”. No hice mucho caso, pero «algo» me hizo no borrar el correo. Y normalmente, cuando algo no me atrapa, para liberarme de distracciones, suelo borrar entradas así. Ésta no la borré. Con el paso del tiempo, ¡aun sin ver el correo, lo tenía presente! Al paso de los días se me ocurrió leer el texto promocional y se trataba de una docuserie que presenta el escritor Michael Pollan donde explora la historia de los usos de las drogas psicodélicas como el LSD, la psilocibina y el MDMA. Ahora sí me llamó más la atención. El título no me comunicaba mucho, pero ahora saber de qué trataría, sí. Pensé verla en un futuro, «ahí cuando pudiera”. Ayer, estando un rato solo en mi casa y luego de recibir una noticia que interpreté un tanto desalentadora, me sentí triste y con algo de ansiedad. Sí, también lo vivo, naturalmente también me pasa, pero gracias a Dios traigo a mi terapeuta incluido en mi mismo y de inmediato apliqué en mí lo que suelo recomendar a mis pacientes: en el instante en que seamos conscientes de que están iniciando los primeros pensamientos tendientes a la baja, a sacar fuerzas de las que queden para de inmediato cambiar de actividad re-enfocando el pensamiento en aquellas otras fuentes de información, las generadoras de alegría, placer o entusiasmo que conocemos perfectamente y de las cuales tenemos rotunda evidencia en nuestro pasado de que nos estimulan para bien. En fracciones de segundo hurgué en mi mente y recordé una serie que me encantó, una que vi en Netflix hace unos meses y me cautivó, “Las aventuras de Merlín”. Una serie que fue exitosísima por allá del 2012, originaria de Londres, y de la que yo me enteré de su existencia apenas a inicios de este 2022. La maravilla que es hoy “la máquina del tiempo” a la que podemos entrar por tanta capacidad del streaming para conservar producciones y verlas cuando y donde uno desee. Si te detienes a pensar un rato en este fenómeno actual no puede dejar de sorprenderte. Lo que es historia, puede ser para ti novedad. Se empieza a percibir el tiempo sin tiempo, así como es. De las primeras ventanas a una mayor conciencia. Pues bien, de inmediato me acomodé en el sillón más cómo de mi sala y empecé a ver un capítulo. Empecé esta otra actividad con total y absoluta concentración, deliberadamente elegida así. A los pocos minutos, no recordaba nada de mi tristeza y me sentía ya bien, muy bien. De hecho, el capítulo que ayer vi mostró la evidencia del amor que un padre le puede tener a su hijo y, por dinámica de espejeo, sentí el amor de mi papá (Q.E.P.D.) recordando que así me trató. Sentirse amado o recordar haber sido amado de esa manera (para fines psicodinámicos resulta igual) es muy fortalecedor. Empecé a agradecer la dicha de poder sentirme así y me encantó recordar anécdotas de cuando mi papá me protegía tanto como manifestación de su amor. Mi verdadero súper héroe al fin y al cabo. Al terminar el capítulo, navegando en mi selección recomendada, me encontré con otra serie de mis preferidas, con diálogos para personas de alto nivel de conciencia en verdad, “The midnight gospel”, dibujos animados donde un locutor espacial atraviesa mundos delirantes en su simulador del universo y ahonda en preguntas existenciales sobre la vida, la muerte y todo lo que encierran. Son episodios de apenas unos 20 minutos cada uno pero instilados con gran desafío intelectual y colisión de creencias. El capítulo que ayer seguía por ver fue el que automáticamente se me apareció y empecé a verlo. Confieso que hago un esfuerzo por concentrarme y alcanzar a percibir la profundidad de sus mensajes en los rápidos diálogos de esos breves minutos, y ayer, con la técnica de “construyendo mi segundo cerebro, el digital”, alcancé a anotar frases como esta: “Yo nunca he tenido muchos amigos porque desde siempre lo mío ha sido la magia”. Se me erizó la piel. Me sentí muy identificado. Más adelante en el capítulo, por primera vez en toda mi vida, escuché una explicación de algo que yo vengo pensando muy en privado desde hace más de 25 años aproximadamente, una de esas cosas que no le cuento a nadie, salvo en contadas ocaciones dentro de mi curso de “Oratoria de Gran Influencia”, cuando coincide y detecto que la abrumadora mayoría de los participantes alcanzan a ver un orden espiritual. Escuché esto: «A lo que verdaderamente se refiere “la tradición oral” es a la transmisión de la energía de maestros a discípulos por medio de la transmisión energética de la frecuencia vibracional de su voz». Me quedé en “shock”. ¡Yo siempre lo he sabido!, o mejor dicho, yo siempre lo he sospechado y ver el capítulo de ayer elevó mi sospecha a certeza. Lo que realmente se transmite son “paquetes de energía” de una persona que los tiene a otra, exclusivamente quien los merece, por medio de la voz. La energía se transmite por la muy particular vibración de la voz de un maestro, y no tanto por lo que dice. Sencilla y únicamente por la vibración de la voz, energía que sólo podrá entrar (sintonizar) a quien por evolución y sincera búsqueda la merezca. De hecho, esta es la razón por la que frente a un maestro que habla, unos son transformados y otros no (o todavía no). Por esto que, por primera vez estoy compartiendo públicamente, es que escuchar a ciertas personas nos sana, nos eleva, nos transforma, aunque no recordemos nada de lo que nos dijo. Y es que no se trata de recordar lo que dijo el maestro, sino de exponerte a él y merecer su nivel vibracional, mismo que es transmitido por el muy particular sonido de su voz. Por contraste, permíteme recordarte el concepto clásico de “tradición oral”. Se define como todas aquellas expresiones culturales que se transmiten de generación en generación y que tienen el propósito de difundir conocimientos y experiencias a las nuevas generaciones. Pero eso es otra cosa, muy otra, enteramente otra. De hecho, nada que ver con la transmisión de energía transformadora. No son conocimientos lo que se transmite en la tradición oral real, sino energía. En el mismo capítulo también alcancé a escuchar, mientras la explicación real de lo que es la tradición oral: «Hay una parte al inicio de la Biblia que dice “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”…, cuando entiendes esto, descubres que la Biblia es el mejor libro de magia jamás nunca antes escrito». Las implicaciones del concepto anterior son tremendas. Apenas se inicia el entendimiento de la transformación al exponerte a la palabra de Dios. Estarte escribiendo esto aquí, me hace (mágicamente por su sincronía) recordar precisamente esta frase: «Sin duda. Nadie puede leer los Evangelios sin sentir la presencia real de Jesús. Su personalidad vibra en cada palabra. No es posible crear un mito con esa vida”. –Albert Einstein Por reflexionar en un mero ejemplo, cuando escuchas a un maestro y te conmueve hasta las lágrimas, te hace sentir algo tan especial dentro tuyo, algo muy difícil de explicar… ¡imagina la implicación de ese nivel de evidencia de trastoque!, ya hay una manifestación en nuestro vehículo físico inclusive. O también como cuando asistes a una conferencia e ibas con alguna molestia o dolor en el cuerpo y al salir descubres con sorpresa que ya no hay ninguna. Cuando alguien es “tocado” así por las palabras de un maestro y sale muy impresionado del recinto donde él habló, suele suceder que luego un familiar o amigo le ven tan cambiado que comenta y pregunta: “¡Órale!, pues… ¿Qué dijo o qué? Te veo como muy afectado, muy impresionado”. Momentos donde es casi imposible explicar que la transformación nunca fue debida a algo que dijera, sino a haber estado presente frente al maestro mientras decía. En esos ocasionales momentos en donde coincide y, dentro de mi curso de Oratoria de Gran Influencia, detecto que la mayoría de mi público es gente “entendida espiritualmente”, llego a hacerles ver algo que con sorpresa he notado que casi nadie se percata. Comento acerca de esas escenas que hemos visto en alguna película o leímos en algún relato, donde Jesucristo predicaba frente a miles, cuando empezaba a hablar y poco a poco más y más gente llegaba a querer escucharlo, llegando a reunir verdaderas multitudes. Hasta ahí es posible que así lo hayas visto en alguna película o sabido por alguna lectura. Pero… si te detienes a pensar, para aquella época en donde no habían micrófonos ni bocinas con volumen de gran alcance… ¿¡Cómo es que escuchaba el de hasta atrás, ahí donde habían miles reunidos a cielo abierto!? Y así que dijeras que Jesucristo tuvo fama de ser medio gritoncito cuando hablaba, pues no, todo lo contrario. Y ni impostando la voz o gritando creo llegaría a escuchar la gente de hasta atrás. Entonces… ¿Por qué esa gente, hasta la del fondo, se mantenía tan cautivadamente atenta? La energía de la voz de Jesucristo surgía de un nivel de conciencia tan alto que alcanzaba a tocar la vida de toda criatura circundante hasta por kilómetros a la redonda, su energía también fluía por medio de los cuerpos de la multitud sedienta de su mensaje y así también los cuerpos se transmitían dicha energía. No es que la gente de hasta atrás oyera lo que decía, sino que sentía lo que transmitía y ello los transformaba. Hace muchos años mi maestro Wayne Dyer me introdujo a las investigaciones de otro maestro de él, el Dr. David Hawkins, reveladoras investigaciones de este psiquiatra publicadas en su afamado libro El poder contra la fuerza, donde explica que se pueden medir los niveles de conciencia y su influencia energética en los cuerpos. Nunca entendí bien cómo logró hacer sus mediciones pero logra una tabla de niveles de irradiación de energía por conciencia, de todo. Ahí, comenta el máximo nivel de influencia energética (conciencia) que una criatura jamás antes haya alcanzado sobre la faz de la Tierra, el nivel de Jesucristo. Su nivel de irradiación de energía, su paz, tomando como centro su sola presencia, afectaba a toda materia en un radio aproximado de 600 kilómetros. ¡Imagina ese nivel de ser! ¡Imagina sentir paz por la sola presencia de Jesucristo si estuvieras en algún lugar dentro de 600 kilómetros a la redonda de él! Y eso que todavía no abría la boca. ¡Su sola presencia ya generaba paz en un radio así! ¿Quieres hacer un ejercicio? Imagina que estas sólo en tu casa. Alguien toca la puerta. Abres. Es Jesucristo en persona y sólo se te queda mirando fijamente a los ojos, sin decirte nada. ¿Qué sentirías en ese momento? De hecho, mucho tiempo antes de ese instante, ya empezarías a sentir algo especial, y más y más conforme se acercara el encuentro en tu puerta. Cuando yo hice este ejercicio, tan sólo de imaginarlo, tuve ganas de llorar y claramente imaginé que me desplomaba, cayendo hincado frente a semejante presencia, pienso una consecuencia natural del impacto, y aunque fuera por tan sólo unos segundos y sin que me dijera nada, mi vida ya habría (ha sido) transformada. Ahora bien, retomando la cadencia de sucesos de ayer, luego de haber visto este revelador capítulo de “The midnight gospel”, pues si ya estaba en Netflix, recordé que ahí podría ver la docuserie de “Cómo cambiar tu mente”. Empecé a verla. Otro “shock”. El primer capítulo habla de la historia del LSD, psicodélico que incluso a varios médicos se nos enseñó que podría ser dañino, soy de esa generación de médicos, para descubrir con sorpresa que no es necesariamente así, que ni adicción genera. Fue muy impresionante para mí enterarme, una vez más, de otro ejemplo de manipulación por parte de los gobiernos. El consumo de microdosis de LSD llegó a ser la fuente por la cual hordas y hordas de jóvenes empezaron a percibir al mundo mediante una verdad espiritual: todos somos uno; y así, empezaron las grandes manifestaciones de “no a la guerra” y mejor optar por el amor y la paz. Cuando el entonces presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, fue informado que cada vez menos jóvenes se alistaban para ser parte de las fuerzas armadas de su ejército y que ello era debido a que cada vez más jóvenes incrementaban su conciencia hacia el amor y la paz por consumo de microdosis de LSD, ¡decidió decretar que el LSD era una droga que destruía a la juventud y que era mala para la salud! Así, éste psicodélico cayó en una etapa de “oscurantismo” por décadas en las que ya no se permitió hacer más estudios con él. Se necesitaba gente para el negocio de la guerra. Conocer la historia real del surgimiento de este psicodélico, como la narra con gran detalle Michael Pollan, autor del libro del mismo nombre, Cómo cambiar tu mente, es sobrecogedor. Incluso, ahí descubrí que de una parte del trigo se crea el crudo, digamos, del LSD, fue como ayer, además, yo deduje porqué al quitar el trigo a niños con autismo o a niños con HTDA, dándoles una dieta cetogénica ¡les beneficia enormemente en su salud! Ayer até cabos de un tema que posiblemente sea para otro artículo. Sí, ayer acabé muy afectado, para bien, en mis “insights”, mis persepctivas, parte de mi cosmovisión, mismas que hoy sentí el impulso de compartirte aquí. Ya era cerca de la media noche, ya estaba en cama, cuando de repente recordé a un paciente que tuve el año pasado y quien francamente no pudo dejar su intensa adicción a la mariguana, prefiriendo aprender a vivir con ella y hasta reinterpretándola a su conveniencia; ahí algo dentro de mí me dijo: “Mándale un mensaje y que vea esta docuserie”. Tomé mi celular y sencilla y brevemente lo saludé y le dije: “Te recomiendo veas la serie de Netflix, Cómo cambiar tu mente”. Minutos después me respondió en un tono un tanto displicente: “Gracias, yo ya sé cómo cambiar mi mente”. De inmediato pensé: “Para qué ando compartiendo lo que alguien no puede entender, alguien que sé, de antemano, perdió mucho de su capacidad de entendimiento”. La culpa es mía. ¡Nada que ver mi recomendación con decirle que la viera para que aprendiera a cambiar su mente, sino que tan sólo quería aportarle algo, cierta validación a sus creencias, mismas que supe por haber sido su terapeuta! ¿Le debía explicar esto enviándole otro mensaje de vuelta? ¡Claro que no! Seguiría yo en mi error. El que tenga oídos que escuche y el que tenga ojos que vea. Frente a encuentros de este tipo, lo mejor siempre es retirarse respetuosamente sin decir absolutamente nada más. No hay nada que explicar a quien no está en su momento para entender. Minutos después, ya me estaba venciendo el sueño y mi “yo superior” me dijo: “No te duermas, ¡toma nota de las ideas principales que te enviamos hoy para que mañana escribas! Y ya con flojera, me sobrepuse y empecé a escribir notas en mi celular, en una aplicación en donde construyo mi segundo cerebro digital. Al final de mis notas, como siempre pasa con esta técnica, me surgió una reflexión: «Lo que crees es coincidencia es un mensaje cifrado». ¿Todo lo que viví hoy fue una coincidencia? Empezaba a sentir claramente que no, eran puntos que empecé a unir, sintiendo la incipiente decodificación de lo que empecé a entender como un mensaje cifrado. Al leer la frase que me salió, también sentí el impulso de publicarla a esa hora, ya pasada la media noche, en mi cuenta de Twitter. Al abrirlo para escribir, ¡lo primero que se me aparece en mi timeline es esta imagen: “¿De verdad vamos a fingir que esto no está pasando?”, es la traducción. ¿Coincidencia? No creo. Más bien una sorprendente confirmación de lo que estaba a punto de escribir precisamente ahí. ¡Emoción por existir! –Alejandro Ariza Z.
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Dr. Alejandro Ariza Z.Conferenciante inspiracional, autor, médico y empresario. ¿Te interesa recibir todas las publicaciones de Alejandro Ariza?
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Julio 2022
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