Me encanta el cuento en donde un Maestro Zen, cuando alcanzó la Iluminación expresó: – ¡Oh! Maravilloso prodigio: puedo ir al pozo, sacar agua, cortar un poco de madera y regresar. Uno de sus dicípulos le preguntó: – Maestro, ¿qué hacía antes de lograr la Iluminación? A lo que el Maestro respondió: – Ir al pozo, sacar agua, cortar un poco de madera y regresar. Así es. Cuando se logra la Iluminación, afuera no cambia absolutamente nada. Cambia la manera en que vemos y entendemos las cosas. Sucede un indescriptible y maravilloso asombro por todo. Así es, esas ocasiones donde sientes ver a Dios en todas partes, incluso donde menos te esperabas. No necesitas ser un Maestro Zen viviendo en el oriente del planeta para tener momentos de Iluminación, necesitas un deseo tal de vivir la experiencia, que logres aquietar tu mente y adentrarte en la observación minuciosa del milagro cotidiano, necesitas entender, a tal grado, que la consecuencia es un indescriptible asombro. Ese asombro es algo que sucede. Tú no haces nada más que detenerte a observar realmente. Mi sugerencia: ¡no te pierdas esta maravillosa experiencia! No sé tú pero, yo, no termino de admirarme de que nos podamos comunicar por este medio. Estoy escribiendo en mi computadora y aunque el diseño del programa me hace ver en la pantalla una aparente hoja blaca sobre la que escribo, sé que el talento de miles de personas se sucedió para que tan solo por “bits y bites”, por minúsculas partículas de luz en mi pantalla, por “unos y ceros”, es que lo que pienso parece plasmarse en una aparente hoja, misma que ahora tú estás leyendo. ¡Y si te contara lo que sucede bioquímicamente dentro de mi cerebro mientras plasmo estas ideas! ¡Y si te contara lo que sucede en el tuyo mientras las lees! Simplemente estaríamos cerca del colapso por la magnitud del asombro. ¡No pierdas esta capacidad que tienes por el simple hecho de ser humano! Sólo que esta capacidad es opcional. Ahí radica tu desafío para vivir Iluminado o no. La capacidad de asombro puede llegar a ser de tal magnitud que te arrebate la capacidad para expresarlo. Por ello, muchos Maestros ya no dicen nada. Simplemente viven envueltos en gozo, un gozo que nadie ve, sólo ellos sienten. Un gozo que bien puedes tener tú… sin tan solo vivieras con menos prisa y mayor concentración en lo que eres, haces y sucede. Me encanta esta otra reflexión de Anthony de Mello cuando en uno de sus cuentos dice: Guarda silencio y mira la danza [de la Creación]. Sencillamente mira: una estrella, una flor, una hoja marchita, un pájaro, una piedra… Cualquier fragmento de danza sirve. Mira. Escucha. Huele. Toca. Saborea y seguramente no tardarás en verle a Él, al Bailarín en persona. "El discípulo se quejaba constantemente contra su Maestro Zen: –«No haces más que ocultarme el secreto último del Zen». Y se resistía cada vez que su Maestro le decía que no, que no era así. Un día, el Maestro se llevó a su discípulo a pasear y por ahí escucharon el canto de un pájaro. –«¿Has escuchado el canto de ese pájaro?», le preguntó el Maestro. –«Sí», respondió el discípulo. –«Bien; ahora ya sabes que no te he estado ocultando nada»". Si realmente has escuchado cantar a un pájaro, si realmente has visto un árbol…, deberías saber… más allá de las palabras y de los conceptos. ¿Qué dices? ¿Has oído cantar a docenas de pájaros y has visto centenares de árboles? Ya. Pero lo que has visto ¿era un árbol o su descripción? Cuando miras un árbol y ves el árbol, no has visto realmente un árbol. Cuando miras un árbol y ves un milagro, entonces, por fin, has visto un árbol. ¿Alguna vez tu corazón se ha llenado de muda admiración cuando has oído el canto de un pájaro?”. Imagina, ejemplos con tan solo el canto de un pájaro. ¿Qué debería sucederte si ves a tu hijo, a tus padres? ¿Qué podrías sentir al observarte a ti mismo? ¿Hasta dónde podías experimentar si observaras bien… lo que sea? Por ello tanto se nos ha dicho que los niños entran al Reino de los Cielos… porque se admiran de todo. Por ello el Maestro de maestros dijo: «Háganse como niños…». De hecho, ahora que vuelvo a publicar esta columna, pienso: Siempre buscamos a alguien con quien podamos llegar a ser viejos, pero hoy, creo que debemos buscar a alguien con quien podamos volver a ser como niños. Vivimos tan de prisa, vivimos tan acostumbrados y damos ya tan por hecho lo que está sucediendo alrededor nuestro, que se nos pasa la puerta de entrada a un mundo pleno de milagros y en el cual, irónicamente, estamos inmersos. Puedes estar sin darte cuenta. Y luego te deprimes o te preocupas o te aburres. ¡Cómo no! El aburrido, el deprimido, el ansioso, es un distraído. Ponte a pensar en lo que representa tu teléfono celular inteligente ahora en tus manos. Por primera vez en la historia de la humanidad, el hombre puede traer en su mano el mundo entero, sin límite de tiempo, hasta tocar el pasado, la historia más significativa de las cosas, permanentemente registrado, y pudiéndolo ver a través de una pequeña pantalla en su mano. Puedes disfrutar del presente hablando en tiempo real con una persona cuyo cuerpo puede estar a millones de kilómetros de distancia. Puedes ver con tus propios ojos, en tiempo real, a esa persona en un video, en tu mano, cuando su cuerpo puede estar en otro país. Lo puedes ver y vibrar en un dispositivo de tan solo unos milímetros de grosor. Y te comento esto por ser uno de los aparatos con los que estamos más familiarizados, pero si observaras una hoja, si, por entender, observaras lo que está sucediendo en tiempo real a nivel de sus cloroblastos y su metabolismo celular, se te llenarían los ojos de lágrimas. Si obervaras con atención a un árbol, al entender, podrías admirarte de su constante movimiento, a grado tal, que el permanente crecimiento de sus raíces ha sido capaz de romper el pavimento y levantar aceras de asfalto. ¿Creías que no se mueve un árbol? Mira cómo ha sido capaz de levantar el piso. Mientras escribo esta columna, se me han llenado varias veces mis ojos de lágrimas. Preparo mi atmósfera admirando todo. Me preparo un delicioso café. Subo a mi despacho, preparo mi difusor con aceites esenciales para disfrutar el aroma de mi recinto de escritura, pongo música de meditación Zen, y me siento a escribirte. Te siento tan cerca. Siento que tenía que escribirte esto en un tiempo perfecto para ti para que en cuanto lo leyeras te detuvieras un poco. Detente. Observa. Asómbrate. Ilumínate. Disfruta intensamente. Podríamos hablar tanto al respecto, pero tan solo te quería compartir que si aprendes a guardar silencio y a observar con profunda atención, estas en los linderos de la Iluminación. Cuando se te llenen los ojos de lágrimas por el grado de admiración y asombro que sientas, aún cuando los demás, incluso quien esté a tu lado, ni se inmuten, entenderás pacífica y gloriosamente que los momentos de Iluminación son un privilegio privado, es un cambio que sucede dentro de ti, un cambio que te permite alcanzar a ver lo que millones todavía ni siquiera suponen. Amo a mis amigos, aquellos pocos que la vida me ha presentado con una indescriptible capacidad de asombro. Uno se enamora de alguien con capacidad de asombro. Uno se enamora de los Iluminados. Mis amigos, pocos, con esa capacidad, sabrán que me estoy refiriendo a ellos. Les mando un saludo desde esta atemporal y sublime dimensión que se sucede en la relación escritor-lector. «Si entiendes, cambias». –Alejandro Ariza Z.
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El diccionario define la palabra “enfermedad” como:
De esa manera, me atrevo a observar que el estar “muy ocupado”, bien podría representar una enfermedad. Estamos viviendo una época en donde llenarnos de ocupaciones parece la norma y, para muchos, hasta símbolo de estatus, proyectando importancia. Comunicar que uno está “muy ocupado” es una trampa del ego, donde la persona reclama reconocimiento, admiración, a su vida tan ocupada. Muchos pasamos por esa etapa, pero si sigues avanzando, descubres que ya bien se puede tratar de una enfermedad eso de estar “muy ocupado”. Gente que suele decir “no puedo” a muchas invitaciones que la vida le hace a través de amigos, familiares o circunstancias, se ve imposibilitado a aceptar. Muchas veces, en esencia, atrapados en una vorágine de actividades para poder seguir ganando más y más dinero, para producir más y más, para así, luego disfrutar y vivir más seguros, cuando ese luego, nunca llega precisamente por estar “muy ocupado”. Hoy en día parece que cuando uno pregunta a alguien: “¿Cómo estás?”, la acelerada respuesta :”Bien, gracias”, es ya sinónimo de “Muy ocupado”. Siempre intentando hacer varias cosas a la vez, personas que hasta orgullosas se pueden llegar a sentir de su capacidad “multitasking”, aludiendo a su gran responsabilidad, a la franca necesidad que tienen de hacer las cosas así, ya que de otra manera no saldrían adelante. Hoy siento compasión por ese tipo de personas, y expondré más adelante porqué. Hace unos días conversaba con el director general de afamado y poderoso consorcio a nivel nacional y cuando lo felicitaba por lo extraordinariamente bien que van progresando, de repente me atestó con un comentario que expresó con franco orgullo: “Gracias, pero aun así te he de confesar que soy un insatisfecho permanente”. Hoy escuché eso tan delicado, y me sorprendió también recordar que hace más de 10 años llegué a escuchar de un afamado maestro de liderazgo que precisamente esa era una característica del líder, ser un insatisfecho permanente, propositivamente hablando. Yo mismo lo llegué a enseñar en algunas conferencias de liderazgo. Porque el líder siempre querrá más, mucho más, mejor… porque sabe que siempre se puede lograr más. Desde el punto de vista “motivacional” parece bueno y hasta adecuadamente operante para mantenerse en una “mejora continua”, puede ser admirable. Sin embargo, al paso de los años y mientras más despertar espiritual se tiene, puede resultar ser precisamente todo lo contrario, se vive en constante estrés y cada vez mayor. «No sólo de pan vive el hombre...» –Mateo 4:4 Todos buscamos mejorar, por supuesto, pero sugiero detenerse a reflexionar qué es aquello que verdaderamente es una mejora para nuestras vidas. El ser humano necesita descansar, disfrutar de sentirse libre, tener momentos de ociosidad, dormir profundamente, estar en silencio absoluto de vez en cuando, convivir con algunos otros como también en una cita exclusivamente consigo mismo, todo esto como parte del funcionamiento normal para el diseño de ser humano. Sin embargo, hoy se le tacha de holgazán a quien se da un momento así, de hecho, quien ya está enfermo de “muy ocupado” precisamente se siente mal si programara en su calendario un espacio para la total libertad. Ahí no sabría que hacer, es el “síndrome del domingo” del que habla el Dr. Viktor Frankl, día en que las personas enfermas de “muy ocupado” entran en ansiedad por no saber qué hacer. Personas que de esa manera, hasta las vacaciones las programan llenándolas de actividad para “aprovechar” todo momento y tratando a la familia como empleados que tienen que obedecer un programa para aprovechar las vacaciones. La ansiedad viaja con esa persona, también lo acompaña a sus vacaciones porque de lo contrario la persona no sabría qué hacer. En fin, ejemplos podría dar muchos, pero hoy, me gustaría hacer antonimia del estar “muy ocupado” con “ser libre”, queriendo decir que se puede tener (y se debe tener) programación para un tiempo desocupado, en paz, sin programa, sin agenda, sencillamente ser, pacíficamente estar. La actividad siempre será buena, es fuente de felicidad, realización, pero creo que no tiene que llegar a tratarse de estar “muy ocupado”. Mi aprendizaje por una nueva conciencia de “mejorar”. En los más recientes años de mi vida, deliberadamente me he desprendido de muchas cosas y me ha encantado la experiencia, incluso de aquellas que antes valoraba mucho, me ha fascinado cuán bien se siente dejar de necesitar al descubrir que no había real necesidad alguna ahí. Todavía me sorprendo de ya casi estar cumpliendo dos años y medio sin usar reloj, y es que ahí lo que te quitas es el estatus de lo que te podía dar traer uno, porque a la hora sigo teniendo acceso sencillamente viendo la pantalla de mi celular; el lugar donde vivo cada vez me gusta más mientras menos cosas tengo, cada vez me me siento más libre y despreocupado. He de confesar que ha sido un arte aprender a cada vez vivir con menos, al mismo tiempo que mantener una vida productiva y sostenida a mi propósito de vida. Pero, como todo, se aprende con la práctica y ésta jamás sucederá si no empiezas. Salir airoso y en forma extremadamente exitosa de una crisis económica, fue motivo hasta de que escribiera mi libro: Inteligencia para el dinero. Todo lo que ahí expongo como solución, lo sigo viviendo pero ya como estilo de vida. Aprender y compruebas que menos es más. Por supuesto que no rechazo los lujos y la buena vida, ¡me encantan!, pero el gran cambio ha sido lo que para mí es un lujo y la buena vida. La experiencia la mantengo y la sigo procurando, lo que significa el lujo y la buena vida fue lo que cambié radicalmente. Tengo otro amigo, exitoso empresario multimillonario, que algún día en que me platicó lo que tiene en su casa y la casa que tiene en sí, me llegué a preguntar quién tiene a quién. Muchas veces la persona se hace de tantas cosas y le significan tantísimo valor que pueden llegar a intercambiarse los papeles y ahora las cosas son las que tienen a la persona. No salir mucho tiempo de vacaciones porque la casa se puede quedar sola mucho tiempo, y ahora eso es un riesgo. En fin, ejemplos bajo esta perspectiva también podría dar mucho, pero creo que con este ya te llevas una ilustración que te podrá dejar pensando en quien tiene a quién realmente cuando observes tus cosas. Hay diferencias entre la gente “muy ocupada” y la gente “libre”. Aquí te compartiré algunas que alcanzo a ver: La gente libre conoce su propósito en la vida. Cuando no sabes lo que quieres, quieres lo que no sabes ni para qué lo quieres, y de eso, del mundo de lo que uno no sabe, hay enormes cantidades. La personas “muy ocupadas” suelen llenarse de cosas que no lo llevan a cumplir su propósito en la vida, pero precisamente porque no saben para qué vinieron a este mundo, entonces, sienten que su objetivo es estar seguros, y creen que acumulando y acumulando, más y más, estarán seguros y algún día podrán sentarse a descansar para disfrutar del emporio que han creado. Sin duda, muy loable y admirable su capacidad para producir, pero la pregunta que permanece en el aire es el precio que pagan diariamente, y no, no me refiero a dinero, si no a calidad de vida. No hay descanso. Competencia permanente. Una persona libre suele saber para qué vino a este mundo y precisamente porque se dio el tiempo para pensar en tan singular y trascendente pregunta, en su legado. Llega a la respuesta y así, fácilmente puede decir “no” a todo aquello que no lo dirija a donde debe ir como propósito de su vida. Es fácil desprenderse de lo que es inútil para un propósito, de hecho, ni se interesa uno en ello. ¿Para qué? Teniendo un mapa con destino es fácil transitar por una ruta específica, pero sin destino, se puede caminar por cualquier lado y para donde sea. Aquí, lo más importante que quiero recordarte es el enorme poder que tienes para elegir. ¡Ejércelo! ¡Tienes el poder! Y si eres sincero, muchos de los problemas que hoy tienes y por los cuales estás “muy ocupado” resolviendo, son porque tú elegiste algo que te llevó hasta ese punto. Y si eres sincero, esas elecciones las hiciste sin tener clara la misión de tu vida, tu propósito. Por eso tú solo, tú sola, te metiste en un problema que ahora te cuesta trabajo solucionar y estás “muy ocupado” en ello. Lo valioso aquí es que veas el poder para elegir que tuviste en todo momento. ¿Elegiste mal? Quizá. Pero aquí no estoy analizando si lo hiciste bien o mal, sólo estoy intentando hacerte ver el poder que siempre has tenido para elegir. Mejorar será cuestión de hacer nuevas elecciones. El poder lo mantienes. Date el tiempo para pensar en tu misión de vida. Es importante. En toda actividad que realices la moneda con la que pagarás lo que elijas no es dinero, sino tiempo de tu vida. Y que quede claro, la gente libre, no es aquella que no hace nada, ¡precisamente todo lo contrario!, hace y quizá hasta mucho, pero hace aquello que es parte de su propósito en la vida. De aquí la importancia de detenerte a pensar si en el trabajo donde estás, realizas la actividad para la que viniste a este mundo. Es un tema sumamente serio y delicado detenerte a pensar en esto. ¿La misión de la empresa en la que prestas tu tiempo de vida es acorde a la misión de tu vida? Si es así, ¡felicidades por se libre ahí en tu trabajo haciendo lo que haces! La gente libre sabe que puede elegir en todo momento. Estar “muy ocupado” es una elección, y eso les queda muy claro a la gente “libre” y deciden no vivir así. ¿Hace cuánto tiempo que no respondes “nada” a quien te pregunta qué estás haciendo? Porque, hoy para mí, ese es un verdadero lujo y parte de la buena vida que me doy. Sólo hasta que elijo no hacer nada, en mi caso, empieza un manantial de paz, llego a sentir que puedo detener la velocidad con la que pasa el tiempo y descubro con asombro una gran cantidad de milagros que me rodean a cada momento, incluso el que soy yo mismo tan sólo por existir. Esto pasa de largo para alguien “muy ocupado”. Y hoy pienso en lo triste que es vivir sin darte cuenta de ello. Ahora bien, estoy consciente de que pueden sucederse súbitamente esas condiciones donde se nos demanda tiempo y distracción. Cualquiera que tenga hijos sabe a lo que me refiero, pero de mis maestros más admirados, todos con hijos, descubrí que tenían un lugar para retirarse y estar solos, donde ni los hijos podrían entrar. Ahí está una manera en que puedes decidir aislarte unos momentos y ser libre aún cuando ocupaciones sorpresivas puedan sucederte. Ejemplos de esto puede ser desde salir a caminar para estar unos momentos contigo, hasta tener otra casa en donde entras sólo tú para dedicarte a la actividad que viniste a hacer a este mundo. Todo dependerá de la dinámica a la que hayas logrado llegar. Pero el mensaje es el mismo, la gente libre puede elegir en todo momento, hasta en las sorpresas. La gente libre sigue siendo productiva. La gente libre descubre con sorpresa que puede llegar a hacer más eligiendo menos actividades. La gente libre vive el poder del enfoque. Creo recordar que Warren Buffet dijo: «La diferencia entre la gente exitosa y la gente muy exitosa, es que la gente muy exitosa sabe decirle “no” a casi todo». A menos distracción, más productividad. Esto hasta lógico es. La gente “muy ocupada”, paradójicamente por lo mismo, parece no ser productiva en nada. Tiene tantos “pendientitos” que suelen olvidar cosas, confundirlas, revisarlas a medias, y sentir que el tiempo nunca les alcanza. Recuerdo cuando alguien me preguntó cómo es que alcancé a terminar de escribir un libro. Mi respuesta fue que no hacía otra cosa más que escribir el libro. Y nada más. Claro, ocasionalmente viví circunstancias en que me distraía otra actividad y me vi forzado a hacerla, sí, claro. Aproximadamente el 15 % de mi actividad fue en esas distracciones obligadas. Y regresaba a escribir. Así, cualquiera que termina algo, podrá decirte que ese es el “ingrediente secreto”. La gente libre, puede detener el ritmo y gozar la pausa.
¡Qué tal irte a tirar al pasto para ver el cielo y encontrar figuras en las nuebes? Este planteamiento puede parecer un imposible, siendo un franco absurdo lleno de holgazanería e irresponsabilidad para las necesidades del mundo actual, para alguien enfermo de “muy ocupado”. Yo disfruto hacerlo. Disfruto darme el tiempo de irme a sentar en mi sala para beber una buena copa del mejor vino tinto, hasta yo sólo. No necesito a nadie para brindar, no necesito más nada. Es un espacio para mí, de inmenso gozo y… ¡sin sentimiento de culpa alguna! Hace muchos años esto último fue de lo más difícil para mí. Hoy ya no. Hoy no hay culpa por sencillamente funcionar como ser humano y darme tiempos para vivir así. Las pausas no dan la oportunidad de voltear a ver cuántas maravillas nos rodean a cada momento. Las pausas son pequeñas escuelas para aprender y llegar algún día a decidir estableciendo un “Suficiente”. Llegar ahí es un arte, un desafío. Pero ten la certeza de que nunca llegarás a esa paz, si no empiezas a practicar con las pausas.
Y cuando descubres que muchos placeres de la vida son, quizá muy intensos pero tan breves, tienes dos opciones: seguir persiguiéndolos y persiguiéndolos hasta que te satisfagan del todo, estar “muy ocupado” en su gestión o dejarlos de perseguir porque nunca te satisfacen del todo. Sugiero que elijas lo segundo. Y si llega alguno de estos placeres por ser libre… se incrementará el placer al tratarse de una agradabilísima sorpresa. En el corazón del hombre existe el deseo permanente. Y si logra, quiere más. Y si lo logra, quiere aún más. Por eso, nada de este mundo “finito” llega a satisfacer al hombre. Es bajo este entendimiento que a un corazón permanentemente deseoso hasta el infinito, lo único que puede dejarlo en paz y satisfecho plenamente es lo infinito. Ahí es cuando buscas y dejas entrar a tu corazón a Dios. Ahí acaba la búsqueda incesante. Ahí, al fin, sientes paz. La gente libre al fin descansa realmente. Descansar es esencial, para tu cuerpo, tu mente y espíritu. Y descansas de hacer. La pausa se hace más consciente, más profunda. Una persona libre de la enfermedad “muy ocupado”, ¿seguirá haciendo? ¡Por supuesto! Pero sólo lo suficiente y teniendo en calendario los momentos para descansar. Para convivir con total atención con sus seres queridos, para leer, para pasear, para darse la oportunidad de disfrutar esta experiencia llamada vida, con lo que tenga y pueda, y será suficiente y regocijante. Admiro a ciertos amigos que, por su religión, cumplen con su “Sabbath” y lo respetan como algo de enorme importancia. Lo es. Ponen en calendario vacaciones de dos semanas cuando menos. Son valiosas. Y tú y yo, organizándonos, poniendo orden en nuestras vidas, ¡claro que podemos hacer lo propio! Descansar no es holgazanería y pereza sin sentido. Descansar así, es casi un deber vital, y precisamente para luego poder hacer con más inteligencia y entusiasmo. En esta época, parece estar de moda, enarbolar el “trabajo arduo”. Yo no estoy de acuerdo en ello, si es un trabajo que no te dirige a tu misión de vida. Te garantizo que estarás enfermo de “muy ocupado”, trabajando duro, trabajando arduamente, orgulloso de que los demás reconozcan que trabajas como burro. Y sí, hay mucho de verdad literal en ello, como burro. Espero que con una nueva conciencia descubras que se trata de trabajar inteligentemente, descubrir pacíficamente cuándo es suficiente, y establecer el sano contraste con el divino descanso, lo que hace una persona libre. La gente libre descubre su don y mediante ese formidable hallazgo descansa hasta por saberlo; una persona enferma de “muy ocupado” no tiene tiempo para descubrir sus dones. Una persona libre está en control de sus emociones, una persona enferma de “muy ocupado” le suele caracterizar que se torna hostil e intolerante, empieza a perder el control de sus emociones. Una persona libre encuentra pacíficamente el tiempo para cuidarse; una persona en forma de “muy ocupado” descuida su salud y se le nota. Para tu corazón permanentemente insatisfecho con lo finito, con lo fugaz y pasajero, cólmalo de gracia recibiendo a Dios en él. Hasta ese entonces el infinito le satisfará. Entrarás a vivir una vida en paz, disfrutando hacer aquello para lo que se te confirió vida, y descansando para así gozar también de la creación. Confucio, 2,500 años a.C., expresó: «Todos tenemos dos vidas. La segunda empieza cuando entendemos que sólo tenemos una». Si llegamos a ser sabios, nos tomamos la dichosa oportunidad de vivir con serio análisis de nuestra existencia en ella. ¡Emoción por existir! –Alejandro Ariza. P.D.: Cuéntame qué te hizo sentir esta columna, me encantará leerte en los comentarios y conversar. |
Dr. Alejandro Ariza Z.Conferenciante inspiracional, autor, médico y empresario. ¿Te interesa recibir todas las publicaciones de Alejandro Ariza?
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Octubre 2024
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