Esta columna la pensé llamar “Porqué me convertí en escritor”, pero terminó siendo “El molesto despertador”. He disfrutado enormemente escribirla. Sé perfecto que será parte de alguno de mis libros futuros, en su introducción seguramente. Pues bien, entrando en materia… cuando alguien está bien dormido, pero bien y plácidamente dormido, ¡qué molesto es “el despertador”! ¿A poco no? La sorpresa que te quiero compartir aquí hoy es que no me refiero sólo a estar acostado plácidamente en tu cama, bien tapado, calientito, con un sueño profundo, cuando de repente suena el despertador e interrumpe violentamente tan placentera experiencia. No, no sólo es así ahí. Me refiero a la persona que ya despertó a otro nivel de conciencia y sus comentarios, incluso su sola presencia, actitudes y acciones resultan en extremo molestas para familiares y amigos, esos dormidos, permaneciendo sin saber quiénes son realmente y lo que podrían lograr vivir si despertaran, pero prefieren mantenerse en el incómodo placer de seguir ¿A poco no? Hace algunos días alcancé a leer un meme que mostraba a un joven recién graduado de la carrera de Filosofía, sonriendo, para que luego en otra imagen con un rostro desencajado se leyera el pie de texto: “Darte cuenta de que ahora estás maldito con un conocimiento de la existencia que te separa completamente de tu familia y amigos, los cuales siempre vivirán bajo la tibia manta de la ignorancia de la cual tu lograste escapar”. Luego aparecía esta reflexión: “Todo el viaje de la filosofía puede resumirse en la alegoría de la caverna de Platón: un primer momento, descubrir que habitamos entre sombras de la verdad, luego la búsqueda de esta y, finalmente, la comunicación de la verdad. Quizás a muchos filósofos les falta este último punto: la capacidad de dialogar de las cosas eternas con la sociedad. Se quedan en sus oficinas y clases, pero una vez que han atisbado un poco de la verdad, no hay un compromiso de compartirlas con sus conciudadanos. ¿Creen que la filosofía tiene una relación y compromiso social o, por otra parte, se ha quedado estancada en la torre de marfil que llamamos universidad?”. Yo creo que algunos sí sacamos el conocimiento más allá de las paredes de esa torre, para muestra que estés leyendo aquí. Yo siempre he procurado expandir el mensaje e incluso mediante un lenguaje que esté al alcance de las mayorías, sin importar lo profundo del tema a tratar. Pienso que si se tiene un conocimiento y no se comparte, casi sería igual a no tenerlo. ¿Despertar o no despertar? Porque, por otro lado, ya has de haber escuchado acerca de la “felicidad del ignorante”. Palabras más, palabras menos, consiste en esa felicidad que se experimenta precisamente por no saber lo que realmente sucede y/o lo que así puede suceder. Yo recuerdo tener experiencias de los dos tipos. Tanto he tenido un tipo de felicidad por no saber, como la que me engendrado el conocimiento. Sin embargo, algo de lo que me he llevado una gran sorpresa es que cuando mi emoción por despertar me lleva a tener la amarga experiencia de notar cómo se molesta la otra persona con mis comentarios, como sintiéndose ofendido o menos valioso, en vez de entender que ¡se trataba de todo lo contrario! Cuando llegué a entrar a reuniones de mi propia familia y notaba cómo todos se callaban porque sentían que ya llegaba un tipo de censurador, decidí un punto intermedio entre compartir y no, de hecho, es la razón por la que me convertí en escritor. A partir de esos momentos, dejé de opinar, me remití a escuchar. Todos fuimos más felices, o no sé si felicidad así como tal, pero más paz, eso sí. Y si ocasionalmente alguien preguntara, podría remitirlo amorosa y pacíficamente a «donde yo ya dije»: le recomendaba uno de mis libros. Este ahorro de saliva y evite de toda fricción, me ha funcionado de maravilla en mi vida. Pienso y siento que la magia de escribir es que comunicas, pero la recepción del mensaje no depende de que uno comunique, sino de que el otro desee saber, pagando el precio, literal y metafórico, cuando adquiere el libro, cuando entra al blog, cuando sigue las publicaciones en redes sociales, cuando paga su entrada a una conferencia. Así, hay magia. Esa que se sucede al encontrarse el deseo de transmitir el mensaje con el deseo de recibirlo sin la necesidad de que se suceda en tiempo «accidental» sino en el mejor tiempo de ambos, el planeado, el sinceramente deseado, el escritor durante sus profundos momentos de inspiración y el lector en su momento de auténtico deseo por saber. ¡Ese encuentro es único! Hay paz, felicidad y emoción bilateral, fuera del espacio tiempo, en ese lugar en donde nos encontramos escritor y lector en la mística del más puro merecimiento como encuentro, sintiendo perfecto que ahí estamos juntos, escuchando uno, apreciando el otro, sin estar físicamente, incluso sin necesidad de estar vivo en el caso de algún autor. Entender este encuentro es sublime, a momentos, para mí, estremecedor. Esto es maravilloso, se comprueba que no hay espacio ni tiempo en la magia esa en donde nos podemos encontrar, un libro, un blog, un podcast, un tuit. Ahora mismo vienen a mi mente las bellísimas palabras con que Carl Sagan alguna vez expresó en su afamada serie “Cosmos” por lo que entendía como un libro. ¡Mira nada más!… ¡Qué cosa tan impresionante es un libro! Es un objeto plano, hecho de un árbol, con partes flexibles en las que se imprimen muchos garabatos graciosos. Pero…, si le echamos una mirada… nos encontramos dentro de la mente de otra persona. Quizá alguien muerto hace miles de años. A través de los milenios, un autor hablándonos clara y silenciosamente, dentro de tu cabeza, directamente a ti. La escritura es quizá la mejor invención humana. Une a personas que nunca se conocieron, ciudadanos de épocas distantes. Los libros rompen la barrera del tiempo. Un libro es prueba de que los humanos son capaces de hacer magia. Y una biblioteca está llena de magia. –Carl Sagan. ¡Me encanta! Leo y releo las palabras de este gran hombre y me siguen cautivando. Pero bueno, retomando el tema, también he aprendido algo en esto de sentirse a momentos “despertador”, o mejor debiera decir “el despierto”, y deseo compartir contigo este aprendizaje sucedido a lo largo de mi vida, pura experiencia personal: Qué aprendí como despertador despertando.A lo largo de los años, cumpliendo aproximadamente 30 años como escritor y al mismo tiempo figura pública, he adquirido cierta experiencia en la combinación de ambas condiciones. Quiero dejar plasmadas aquí algunas lecciones que la vida me dio:
Tú… ¿qué opinas? ¡Emoción por existir! –Alejandro Ariza Z.
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“No vaya a tener algo que me vaya a morir”, me dijo un paciente. Le dije que… lamentablemente… sí tenía algo por lo que iba a morir… ¡tenía vida!
El miedo a la muerte es común, pero sé que ese temor disminuye cuando empezamos a entender a la muerte como parte de la vida misma, es parte de un proceso. De hecho, hace tiempo escuché una definición de vida que se me hizo escalofriante por su verdad intrínseca e irrefutable: “La vida es un proceso de descomposición”. Y sí. Por más que te cuides, por más que hagas dieta, por más que hagas ejercicio, por más que tomes tus suplementos, por más que tomes antioxidantes, por más que hagas lo que quieras, hacia allá vamos todos en diferentes tazas de descomposición, pero todos descomponiéndonos día tras día. Sí, todos. Hasta el que se cree más sano… está en un proceso de descomposición. ¿Qué tal cuando llegas a una edad en donde te empiezan a emocionar los suplementos? Antes te emocionaban los boletos para asistir a un concierto y de repente te empiezan a gustar, hasta con emoción, tus omega-3, tu cúrcuma, té verde o jengibre. Tus gustos pueden ir revelando tu descomposición. Antes te gustaba desvelarte hasta altas horas de la noche y ahora prefieres ver en casa alguna serie y dormir más temprano. Mira la mesa de tu cocina. ¿Tiene medicinas o suplementos? Ahí tienes. Si lo ves con filosofía hasta tiene su encanto el ir descubriendo cómo nuestros gustos van revelado la descomposición. Qué tal cuando ves un nuevo calzado que por su tecnología cuida de tus rodillas y te emocionas. Te digo. Y qué tal cuando empiezas a ver borroso y descubres la bendición de unos lentes. Te digo. Nuestro “problema” es que nos hemos identificado mucho tiempo sólo con la parte más pequeña de nosotros mismos, nuestro cuerpo, ese que se va descomponiendo días tras día hagas lo que hagas. Y sólo hasta que entendamos a cabalidad que somos mucho más que un cuerpo, pero mucho más, es cuando este natural proceso de descomposición va perdiendo fuerza en su generación de temor. Quizá nos ayuda a soportar la descomposición saber que eso que se va descomponiendo no somos nosotros en realidad. Por ello es tan importante descubrir quienes somos realmente. ¿Vas captando la trascendencia? Por ello he escrito varios libro que nos ayudan a descubrir quiénes somos realmente, mi libro El verdadero éxito en la vida más allá del ego y mi libro Cree en ti. En ambos volqué un cúmulo de conocimientos para ir entendiendo quiénes somos realmente. Nos conviene saberlo. Hoy, por alguna razón quise reflexionar brevemente contigo a este respecto. Quizá por cómo me voy sintiendo en esta etapa de mi vida y donde disfruto, hasta como con cierta mofa, los cambios que voy atestiguando en mi cuerpo. Y de hecho, luego de un rato de cavilar al respecto, tiene su cierto encanto ir cuidando el “vehículo físico”, éste en el que nos envolvieron al encarnar como humanos, esta burbuja biológica que también tiene su parte interesante al usarlo y entender su natural proceso de descomposición, alias, el ir envejeciendo. ¡Uf!, otro tema tabú y del que no quiere saber aquel que no sabe quien es en verdad. Eso lo he notado. Quien no sabe quién es en verdad se obsesiona con querer permanecer joven cueste lo que cueste. ¿Alcanzas a ver el absurdo? Por más que te restires, por más cirugías, por más cremas o botox, el proceso de descomposición sucede inexorable. ArizaTip: todas las etapas de la vida tienen su encanto, pero debes descubrir con emoción el que te corresponde para no vivir anhelando uno de tu pasado, precisamente uno que “ya pasó”. Qué te parecería que estas letras te invitaran a detenerte a pensar un rato acerca del momento que te está tocando vivir, es decir, esta determinada etapa de descomposición en la que te encuentras y dediques tiempo a descubrir el encanto que hay en esa etapa, la que sea en que te encuentres… ¡hay un encanto oculto para ti! Reservado para los que abren la puerta al encanto: la aceptación. Pues a pensar un rato y, sea la etapa que sea en la que te encuentres, le exprimas a la experiencia algunas gotas mágicas de… ¡Emoción por existir! –Alejandro Ariza Z. |
Dr. Alejandro Ariza Z.Conferenciante inspiracional, autor, médico y empresario. ¿Te interesa recibir todas las publicaciones de Alejandro Ariza?
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Octubre 2024
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