Atacar te hace sentir una relación con el atacado. Una relación que necesita aquel que se obstina en el absurdo de mantener lo que ha dejado de existir. Atacar es una manifestación de miedo a perder. El atacado es que quien ya te dijo que no te quiere y no lo aceptas, como si de aceptar o no se tratara. Hay cosas que son y ya. No se requieren aceptar. Son. Atacas porque te rehusas a aceptar la verdad y atacar no es otra cosa más que tu anhelo de sentirte amada por quien ya no te ama. El atacado, si es débil, puede sentirse tan molesto y más debilitado aún con tus ataques que descubre que puede detenerlos si miente. Ahí puede decirte que sí te quiere. Ahí cesan los ataques. Ahí nace un absurdo: alguien se cree querido por quien no le quiere y así éste deja de ser atacado. Se le miente a quien no deja ser y ataca si las cosas no son como él o ella quiere que sean. El atacado, fastidiado, encuentra como pacífica estrategia el mentir. La verdad es más hermosa que el fingimiento del amor, dijo Emerson, pero Ariza expresa: Lamentablemente hay personas que prefieren el fingimiento del amor que la verdad, ya que en sus valores no existe el aprecio por la hermosura de la verdad sino por la fealdad de su dominio y control. Se trata de un monstruo. Ese cuyo verdadero placer está en tener amarrada a una presa. Un monstruo nada sabe del amor. La distancia entre ese valor y su estado de conciencia es enorme. El atacante, aprovechando cuando empiece a cansarle el atacar viendo que no obtiene nada de lo que quiere (y que, por cierto, jamás lo obtendrá), puede y debe empezar a cuestionarse: ¿Qué sentido tiene retener a quien claramente ya me dijo que no me quiere y así desea irse? ¿Qué sentido tiene creerse amado por quien sólo es un prisionero que no me amará jamás? El único absurdo sentido es privarlo de su libertad para amar a otra, otro, a quien realmente quiera, porque tú no te sientes amado por ese que ya te dijo que no te quiere. Un absurdo que pronto terminará. Cuando la presa rompa las cadenas y logre escapar, a pesar de todas las trampas y ataques para que no encuentre la salida. El atacante no sabe que su presa, ya no está ahí desde hace tiempo. Porque no se está donde el cuerpo reside, sino donde la mente piensa y el corazón siente. Se ataca por heridas de abandono. Se ataca por haber creído que el valor propio es en virtud de una relación, craso error; si la relación falla, el atacante cree que falló él. El atacante debe aprender a valorarse a sí mismo sin necesidad de nadie más. Ahí inicia un despertar. El ataque cesa cuando el atacante descubre su valor. El atacante necesita desarrollar urgentemente su autoestima. La autoestima no de desarrolla urgentemente. El atacante necesita paciencia basada en el conocimiento de ese hecho. Atacar es un grito desesperado de anhelo por no dejar de ser amado por quien clara y honestamente ya no te ama. Es un grito absurdo que el otro ya ni oye. Un grito en el vacío. El atacado dejó de amar o quizá nunca amó. El atacante debe entenderlo como un hecho y ya. El atacante se podrá preguntar por qué el otro pudo mantenerse en la relación por tanto tiempo si no hubo amor. La respuesta: claramente hubieron otras razones dónde el atacado ganó algo por mantenerse ahí, incluso una tensa paz. Suele ser dinero, sexo o mera compañía, pero más comúnmente es tensa paz, el atacante desarrolla miedo al ataque, entonces calla con un permanente grito desesperado en su interior. Así pues, razones hay varias; el atacante debe entender que descubrir eso no es lo que importa, cuando lo único que trasciende es descubrir que ya no hay, o nunca hubo amor. El hallazgo podrá ser doloroso, sin duda. Pero el dolor jamás será por el comportamiento de aquel, sino por la expectativa de uno. Si el atacante es sincero consigo mismo, siempre hubieron señales desde un principio. Pero el atacante también desarrolla cierto tipo de ceguera selectiva. El atacante puede llegarse a enamorar de un ideal, de su idea, más que de la otra persona en realidad. El problema reside enteramente en la percepción del atacante, más que en el comportamiento del atacado. Si el atacante entiende el absurdo de empecinarse en ser amado por quien ya no le ama, el atacante en ese mismo instante deja de atacar y suelta todo, por el bien de todos. Es una liberación sucedida en un instante, en un relámpago de confrontante claridad. El atacante despierto alcanza a ver el gran absurdo de sus ataques como estrategias para mantener cierto tipo de relación con quien ya no quiere ninguna. El atacante despierto descubre que atacar era mantener cierta conexión con quien ya no desea ninguna, el atacante despierto descubre el absurdo y suelta al atacado como se suelta de una braza ardiente cuando ya no se quiere uno quemar. El atacante despierto deja de atacar de en el acto. Repito, este acto suele suceder en un instante. Ese es el tiempo que suele tardar el comprender el absurdo, un instante. Deja de gritar su anhelo de ser amado por quien no le ama. El atacante despierto logra alcanzar a ver ese gran absurdo y suelta todo hasta con cierta vergüenza por haber insistido tanto en mantener unido lo que ya estaba separado. Del coraje para a la vergüenza. Uno se apena por cometer estupideces ex profesas. El atacante despierto podría hasta pedir perdón al atacado, pero no por haberlo atacado tanto, sino por descubrir por qué lo atacaba. El atacante despierto descubre que su antigua pobre autoestima le llevaba a vivir en el más pleno sinsentido, viviendo precisamente lo contrario a: más vale sólo que mal acompañado. El atacante, cuando dormido, prefiere vivir en la permanente neurosis de vivir mal acompañado antes que solo. El atacante dormido siembra las semillas de la infidelidad en el atacado, naturalmente. Y sus constantes ataques y deseos de control para ser amado de la manera en que él quiere, riega y cultiva aquellas semillas. El atacante dormido también desarrolla cierto tipo de sordera selectiva. Cuando el otro le dice claramente que no ya no le quiere, eso jamás lo oye. Sólo tiene capacidad para escuchar si se le ama y el otro dice lo que el atacante quiere. Es casi una psicosis. Es desear vivir en un mundo irreal, doliéndose por los ocasionales golpes de realidad. El atacante dormido siempre piensa que el infierno es el desprecio del otro hacia él. No alcanza a ver que el infierno es autogenerado por su propia obstinación de ser amado por quien clara y honestamente ya le ha dicho que no le ama, y quizá ya se lo dijo de la manera más contundente, demostrándoselo, sin palabras. El atacante despierto deja de ser atacante. Se convierte en persona. Deja de suponer y parte siempre de la evidencia. Aceptándola, suelta todo y abre la puerta de la libertad total para todos, siendo la más importante la de sí mismo. Empieza a sentir paz. La persona recobra su dignidad de persona y con amor permite que cada quien siga su propio camino, aquel, el único, donde precisamente podrá encontrar el verdadero amor por medio lógico de la paz. Por amor suelta y por ese mismo amor luego encuentra. Sólo mediante ese amor logra abrir el pacífico camino para encontrar al adecuado, al amor verdadero. Todo esto requiere, naturalmente, tiempo. –Dr. Alejandro Ariza Z. Estas letras brotaron hace unos días siendo aproximadamente las 4:15 AM, despertándome la idea, literalmente empecé a escuchar conceptos, con cierto esfuerzo me incorporé para escribir en mis notas de mi iPhone, aunque incómodo, lo que me venía a la mente con mucha claridad. Hoy te lo compartí aquí.
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Nuestro ego favorece la conciencia de separación. Eso lo expliqué ampliamente desde que publiqué mi libro: El verdadero éxito en la vida más allá del ego. Ahí explico que nuestro ego tiene muchas maneras de manifestarse, pero una de la que poco se habla, muchas veces por circunspección, es del “nacionalismo”, del “patriotismo”... ese que se siente a ultranza, y hasta el que no tan así. Sé que esto puede ofender o hacer sentir cierto rechazo el lector sensible, pero ahí se reconfirma que se trata del ego. El ego se ofende con facilidad. Es de llamar la atención que una de las acepciones del diccionario de la palabra 'nacionalismo' es: apego. Así recordé una cita de Anthony de Mello cuando afirma: "El origen de todo sufrimiento son los apegos". Cuando dejemos de pensar en “nuestro país”, en “nuestras raíces” y empecemos a sentirnos todos “terrícolas”, habremos dado un gran paso. Ahí cuando empecemos a notar menos diferencias. Sé que se requiere un enorme paso para lograr eso ya que los “países avanzados” difícilmente se sentirán del todo bien sintiéndose uno igual a cualquier otro. Ego otra vez. Y de verdad que lo entiendo, pero el reto ahí está para todos. Si observas, los grandes problemas internacionales, son problemas surgidos por el ego, tamaño internacional. Me inspiró a reflexionar brevemente acerca de este tema cuando el pasado 2 de julio, leí una noticia: “Cambia Pliego México por Uzbequistán” en la sección de deportes del periódico Reforma. Como el título no me decía nada, leí la nota. Aquí más claro: la esgrimista Paola Pliego deja la nacionalidad mexicana para ahora adquirir la nacionalidad asiática y representar a Uzbequistán. Cuando leí esto me impresionó por la enorme implicación que yo veo en la inteligente decisión de la deportista. He de confesar que lo primero que hice fue buscar en Google Maps donde está Uzbequistán porque no tenía ni la más remota idea. La República de Uzbequistán la encontré ubicada del otro lado del mundo, en Asia Central, colindando al sur con Afganistán (este otro lugar ya me sonó más conocido). En la nota se comunica que la esgrimista en sus redes sociales expresó que las autoridades del deporte mexicano la han decepcionado y abandonado, motivo por el cual decidió competir en el Campeonato del Mundo de Budapest pero ahora convirtiéndose en asiática y representando la bandera de Uzbequistán, que porque allá sí le reconocen su gran talento como deportista especializada en esgrima y allá sí la tratan mejor. De verdad, hasta qué vergüenza siento por la implicación, donde “extranjeros” valoran más el talento de una mexicana que las autoridades del deporte mexicano. Ya ni por nacionalismo caray. La especialista en sable ha ganado en competencias internacionales reconocimientos de bronce, plata y hasta oro, es decir, estamos hablando de una deportista de altísimo nivel. ¡Yo felicito a Paola porque ANTES de sentirse mexicana, se sabe esgrimista, y si esa es su misión en la vida, la defiende incluso por sobre “la idea” del nacionalismo! ¡Qué maravilla! Si para seguir con su sueño tuvo que dejar de ser mexicana y convertirse en asíatica, sencillamente... ¡lo hizo! Y no, no se le rasgaron los ojos, no se hizo un poco más amarilla, ni nada por el estilo. Es un mero trámite de papeles que, como sociedad, nos hemos puesto de acuerdo para que, una vez realizado, ya no seas de este país, sino de otro. Así de fácil, así de sencillo. La única dificultad… cambiar una idea, la idea que uno tiene de ser de determinado país. Se puede escuchar con tonos de romanticismo, sin duda es cuestión de nacionalismo o patriotismo (sigue todo siendo una idea) pero lo que es contundente es que se trata de una mera idea, que es precisamente como defino, en un arrebato de mi capacidad de síntesis, al ego. El ego es una mera idea. Es la idea que tenemos de quienes creemos ser. Y qué amenazante es para el ego cuando la persona descubre que sí, así es, tan sólo una mera idea y que, como tal, la puede cambiar cuando quiera. El ego se tambalea, sabe que se puede desplomar en cualquier momento. Por eso el ego empieza a atacar a la persona hablándole al oído acerca de los valores y principios inamovibles como puede ser el amor a la patria y que por dignidad y gratitud debería de mantenerse donde está. Pero cuando la persona evoluciona en su estado de conciencia, sabe que todo eso son “patadas de ahogado” que el ego está dando. ¡Qué bien Paola! ¡Qué más da ser mexicana si precisamente ciertos mexicanos bloquean tu progreso! Hiciste bien en cambiar de nacionalidad, todo es meramentne una idea, para continuar con tu sueño. Me encanta la declaración de Paola cuando dice: “Continuaré entrenando a tope todos los días, con la esperanza de competir al más alto nivel, demostrándome nuevamente de qué soy capaz y de lo fuerte que soy, segura de que puedo salir adelante. He hecho todo lo que mi corazón me ha dictado. Desafortunadamente, no podré hacerlo por el país que tanto quiero y por el que tanto he luchado. Ante los atropellos e infamias de los que he sido víctima por las autoridades deportivas mexicanas, he decidido aceptar representar a otro país que generosamente me ha abierto sus puertas; me ha ofrecido la oportunidad de luchar por mis sueños y objetivos, y vistiendo sus colores con orgullo, como agradecimiento al haberme tendido la mano en un momento en el que veía todo perdido. Espero poder corresponder a tanta generosidad y poner su nombre y el mío en lo más alto de los podios”.
Bueno, casi aplaudo cuando leo eso. Me dio risa cuando en los comentarios de la nota, otro deportista le dice: “¡Llévame!”. Así las cosas en México y el deporte. Esto no es nada nuevo y es otro tema, la misma Paola acusa de corrupción a las autoridades de la CONADE y hasta intereses políticos en Ana Guevara. Nada nuevo. Lo que a mí me llamó la atención fue ese otro –muy otro– tema. Destronamos a nuestro ego cuando descubrimos que sólo se trata de una mera idea, y así, la podemos cambiar a la velocidad con la que cambiamos un pensamiento. ¿Qué problemas has tenido por esa mera idea? Si te detienes a pensar, muchos de los problemas, dificultades y grandes molestias que tienes es porque defiendes una mera idea, la idea que tienes de lo que crees ser o la idea de lo que crees como tu propio valor. Una mera idea. Si tan sólo descubres que estás sufriendo por una mera idea, le restas valor y aumentas tu paz y armonía. Todo por descubrir que se trata de una mera idea, sólo y exclusivamente una idea, es decir, tu ego. Destrónalo descubriendo que eso que crees tan sólido, se trata solamente de humo. Por ello y muchos ejemplos más, nunca me cansaré de afirmarte… Si entiendes, cambias. –Alejandro Ariza Z. PD.: Me dará mucho gusto leer tus comentarios... |
Dr. Alejandro Ariza Z.Conferenciante inspiracional, autor, médico y empresario. ¿Te interesa recibir todas las publicaciones de Alejandro Ariza?
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Octubre 2024
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