¡Qué importante es pensar dónde está uno! Porque ahí donde fijes tu pensamiento sucederá la fuente de tus experiencias. Y es que resulta curioso cuestionarse «¿Dónde estoy», ¿no crees? Pregúntatelo y respóndete. Estoy en mi casa, o en mi comedor, o en la colonia, o en la ciudad, o en el país, o en el planeta, o en el universo, o en Dios. Y pues vete sorprendiendo de descubrir el lugar donde verdaderamente estás: en tu pensamiento. Ahí vives en realidad. Y desde ahí cocreas. Hoy que ando cumpliendo otro año más de vida, qué bendición siento de estar consciente de poder ser, hacer y estar como me place. Y en esta cadencia, sucede una hermosa consecuencia: tener. Y sí, así es como sucede, tener como divina consecuencia, no como objetivo. Procediendo así, desaparece todo esfuerzo, toda conciencia del esfuerzo, para ser más preciso. La vida fluye y lo hace desde aquel lugar en donde fijamos nuestro pensamiento. ¡Nuestra atención es creadora! Creo que uno de los mejores regalos que la vida me ha dado desde siempre, incluso hoy, en mi cumpleaños, es la oportunidad de adquirir conocimiento. Y más específicamente, el que he decidido yo solo ir por él y aprenderlo. No menosprecio el conocimiento de mi trayectoria académica, el de la escuela, también lo valoro y lo agradezco, pero al que me refiero es al conocimiento más transformador de toda mi existencia, el que yo he elegido por decisión propia, no el naturalmente impuesto por la trayectoria de un sistema educativo. Aquí siento menester citar una frase que me encanta de Marcel Prévost, novelista y dramaturgo francés, cuando atinadamente dijo: El hallazgo afortunado de un buen libro puede cambiar el destino del alma. ¡Los libros que uno elige! O mejor dicho, para los que creemos en la magia, ¡los libros que nos han elegido a nosotros y el cómo nos hemos dejado atrapar! De esa manera, hoy se me ha antojado darme un espacio de reflexión, placer cumpleañero, algo que amo hacer, dándome la oportunidad de observar lo que pienso, es decir, escribir. Parece que paladeo el exquisito sabor de lo bien vivido, releyendo la trayectoria de mi vida, hallando así la mayor fuente de lo que percibo como mi éxito –con toda la subjetividad que esto pudiese implicar–: adquirir conocimiento y aplicarlo. Con absoluta certeza puedo afirmar que esa la fuente de los mejores momentos de mi vida, de las oportunidades de transformación más espectaculares, de la conexión con la abundancia más evidente en todos los sentidos. En esta misma línea de reflexión, hoy se me antojó compartirte el regalo que me mandó la vida a través de Readwise, una extraordinaria aplicación que sirve como parte de nuestro «segundo cerebro (digital)», para recordar lo más importante de lo que hemos leído a lo largo de los años. ¡Imagínate que ya exista una aplicación así!, donde lo que más te ha impactó de un gran libro, lo subrayaste, y esta aplicación te lo recuerde hasta enviándote un correo con eso que subrayaste quizá hace años. De paso esté recordarte que de esto y más enseñaré en mi próximo curso «Construyendo un segundo cerebro (digital)». Hoy, como todos los días, llegaron a mi correo algunas frases que subrayé por la trascendencia que percibí en su mensaje y claramente las sentí como parte de los regalos que recibo hoy. Quizá este regalo tenga un encanto especial porque lo percibo como haber entrado a la máquina del tiempo y lo que leí hace años, pareciera que lo subrayé para «enviármelo» para años más adelante (gracias a la tecnología y aplicaciones actuales) y me llegaran estas frases precisamente como recordatorios, «nivel platino de conciencia», precisamente hoy. Va la primera, de Eric Butterworth en Economía espiritual: Es necesario apartar el enfoque de nuestra atención de la carencia, las suspensiones de empleados y limitaciones, y llevarlo a la omnipresencia de la substancia universal. Podemos ver ésta en la omnipresencia de vida en toda la naturaleza y podemos sentirla en el interminable fluir de ideas creativas que provienen de nuestras mentes en momentos de inspiración. Al igual que hay experiencias que son saludables para nosotros, así hay experiencias que son enriquecedoras… ¡Sí, enriquecedoras! La frase que hoy te comparto la subrayé hace más 10 años probablemente, y la releo cada vez que puedo, pero hoy una de mis aplicaciones más preciadas me hace recordarla, hoy, un día tan especial para mí. Hoy más que nunca es inteligente enfocar nuestra mente a una rotunda verdad, ¡nadamos en abundancia, estamos conectados a ella en todo momento! Quien no la vea y quien no la sienta así en su vida, está haciendo algo para bloquear el flujo más natural de la energía, está pensando en todo lo negativo. Quien no piense en abundancia (y así no la vea), puede morir de sed aun estando en ella sumergido. Reitero mi convicción gestada desde hace casi 30 años, cuando decidí no ver noticias. Es enormemente saludable no enfocarse en lo que el sistema quiere que nos enfoquemos (carencia, maldad y toda manifestación de negatividad). Y es que mientras más miedo sienta la persona, más manipulable es. Desde aquel entonces en que decidí no ver noticias, mi vida cambió para bien. Y cuando digo «no ver noticias», me refiero a las malas, las que son abrumadora mayoría en los noticieros, pero también incluyo a familiares, de esos pesimistas, porque alejarse de ellos es muy saludable también. Hoy, por la enorme influencia de las redes sociales, aun quienes decidimos no ver noticias, nos vemos irremediablemente «salpicados» con alguna que otra en virtud de su penetración. Así, no lo puedo negar, me han salpicado (un poco) algunas malas noticias de mi país y el mundo. La rampante «inflación», por dar un ejemplo. Ahí mismo, ¡de inmediato y deliberadamente!, elijo pensar, ver y sentir la omnipresencia de la sustancia universal, así me sumerjo en abundancia, así conecto con ella. Ayer sentí la necesidad de salir un poco a distraerme. No había elegido un lugar específico a donde ir. Fluí y la vida me llevó a una afamada colonia a la que le caracteriza la abundancia y el buen gusto, la fineza y la exclusividad. Luego, hasta terminó la vida llevándome a entrar a una tienda de influencia mundial. Comprara algo ahí o no, ¡bastaba con entrar y ver, con el contundente rigor de la evidencia, cómo hay gente, y en grandes cantidades, comprando aparatos de un precio exorbitante, uno tras otro y sin parar! Todos felices, todos contentos, todos comportándose como su quehacer más natural. Sí, también abunda gente así. Nunca vi preocupación por la inflación, de hecho, solo pensé en ella al estar relatando aquí. Ayer ni pasó por mi mente. Claro, estaba donde estaba mi pensamiento, en abundancia, en la omnipresencia de la sustancia universal. Y sí, conviene deliberadamente conectar con esas experiencias. Fenomenológicamente, no dista mucho una experiencia así de ver cómo, en mi casa, afuera de mi vestidor, en mi jardín, florece un árbol de mandarinas y empiezan a aparecer una y otra y otra más, todos los días. La omnipresencia de la sustancia universal. Cuando pones atención, todo es abundancia. Solo tu pensamiento puede privarte de conectar con esa realidad. Lo mismo me pasa cuando, deliberadamente, voy a clubes de compras. No solo voy a comprar algo que necesite, voy a ver con profunda atención. Volteo hacia arriba para ver la ingente cantidad de cosas ahí apiladas, donde parece que hay más, mucho más, de todo lo que hordas de gente pudiera necesitar. Lo mismo me pasa cuando al inicio de año disfruto de ver un supertazón. Quizá la mayoría de la gente ve a los dos equipos contrincantes de la NFL en la final, pero yo, a momentos, admirando, disfruto más de ver la cantidad de gente que hay en esos estadios, disfruto más de enterarme cuánto cuesta un segundo de publicidad durante esos eventos y admirar las marcas que pagan lo que pagan por anunciarse ahí, disfruto más de enterarme de la inversión que hacen las empresas para enviar a sus comentaristas a cubrir el evento y enterarme de sus honorarios, y más cuando es un comentarista de deportes famoso, disfruto y admiro del despliegue de abundancia técnica y talento del show del medio tiempo y, claro, también disfruto del partido… y de enterarme cuánto tiempo dedicaron a ejercitarse varios jugadores y su trayectoria, así como cuánto dinero ganará cada uno de ellos, ya sea que ganen o pierdan. Admiro hasta el colosal estadio pensando en lo que implicó construirlo. Cuando pones atención a todo este tipo de cosas, estás en la omnipresencia de la sustancia universal, una sustancia infinita, en otras palabras, te sumerges en Dios. Lo que es. Y en esa línea de pensamiento, llega a mi correo otra frase que subrayé hace muchos años, de un libro de Joel Osteen, Lo mejor de ti: Las Escrituras dicen que aquello que vemos con los ojos es solamente temporal. Esto significa que está sujeto a cambios. Lo único que hace falta es un toque del favor divino, Dios puede transformar cualquier situación. De repente, Dios puede hacer prosperar tu negocio. Dios puede darte una idea o un cliente nuevo que haga que tu negocio despegue. Dios puede traer a tu vida a alguien que te ame de verdad. Puede hacer que estés en el lugar justo en el momento indicado. En cualquier situación, Dios puede transformar las cosas, en una fracción de segundo Me consta. Suscribo. Y sí, en una fracción de segundo. Nosotros, por más que nos esforcemos, solo llegamos a poder afectar lo que esté en el terreno de lo natural. Pero Dios actúa en Su terreno, lo sobrenatural. Ahí donde nosotros no llegamos, ahí a donde a Él le encanta hacer su entrada espectacular. ¡Es Dios! Qué otra manera tendría de aparecerse en nuestras vidas. Su natural es nuestro sobrenatural. Yo creo que lo mejor que podemos hacer, aquí a nivel cancha, en lo natural, es dirigir nuestra atención a Su presencia. Ello abre las puertas de nuestra vida para Su entrada magistral. Sí, me consta. Dios puede transformar cualquier situación de nuestras vidas, incluso aquellas en las que nosotros hemos dicho: «Estoy muy preocupado, creo que esto no tiene remedio». A veces pienso que Dios se sonríe entre sus barbas y mueve su cabeza de un lado para otro cada que nos escucha decir algo así. Creo que hasta se le ha de salir un «¡Ja!… tú dame chance». Querida lectora, querido lector: la magia existe. Y sí, nuestra vida puede cambiar para bien en un instante y contra toda lógica. Conviene reposar en esta conciencia. Y cuando digo reposar, no significa que no hagamos nada, sino más bien hacer lo más que podamos y confiar. Siempre confiar en que sucedera la mejor resolución, en la forma y en los tiempos mejores para nosotros, los diseñados por Dios. A veces puede ser difícil de entender, sí, quizá. Pero siempre termina siendo lo mejor para todos nosotros. Si no lo percibimos así, es cuestión de que pase más tiempo para alcanzarlo a ver. Confía. En mi correo luego aparece otra frase que subrayé hace unos tres o cuatro años, cuando me impactó el libro La dieta del alma, de Marianne Williamson: Los problemas deben salir por la misma puerta que usaron para entrar. Si las ideas erróneas te han creado determinada dificultad, solo te curarás cuando cambies de manera de pensar. Otro gran regalo que me envié hace años en esta máquina del tiempo para mi cumpleaños hoy, volviendo a reforzar la fuerza del pensamiento, donde inicia todo. Precisamente por ello escribí hace décadas todo un libro con ese título, La fuerza del pensamiento. Decidiendo qué pensar es como cocreamos nuestra realidad. Fíjate bien, si albergas ideas pesimistas que se han manifestado en resultados desalentadores en tu vida, no se trata de enfocarte en cambiar los resultados, sino tus ideas. ¡Este es un gran y poderoso secreto! Así mismo, debes saber que existe un «delay», hay un natural retraso entre lo que piensas y lo que ves suceder, manifestándose en tu vida. Debes saber que, si al fin comprendes que así funciona, sucederá un «traslape» entre tu nueva conciencia, pensamiento enfocado en la omnipresencia de la sustancia universal, y tu realidad circundante de momento, esa que no te gusta. Estás parado en pensamientos previos y ahí mismo ya puedes empezar a pensar en algo mejor. Esto es un superpoder, desafiante para los novatos, pero lo es. Dale tiempo al proceso. Al fin, vives parado en la evidencia de que así funciona. Si no te gusta lo que ves en tu vida, cierra tus ojos e imagina. ¡Esta es otra forma de ver, metiéndote al origen de todo, tus ideas! Pronto lo que imaginas se manifestará y lo que ves, desaparecerá. Así funciona esto. Recordar hoy este superpoder me entusiasma. Hace unos momentos, en que me encontraba sintiendo la inspiración para escribir un rato, antojadamente en mi cumpleaños, pensé en alguna imagen para enmarcar este artículo. Lo primero que vino a mi mente, pensando en abundancia, fue la cornucopia (del griego cornu, «cuerno» y copiae, «abundancia, muchos recursos, posesiones»), aquella clásica imagen del «Cuerno de Amaltea», o más conocido como el «Cuerno de la Abundancia», ya sabes, uno que suele simbolizarse como de mimbre, un frutero rebosante. En la antigüedad clásica, era el atributo de dioses y diosas que se creía que distribuían los bienes de la tierra y, entre los romanos, de las divinidades a las que se atribuía un significado de prosperidad y buenos deseos como, en particular, la diosa Fortuna. La simbología de este mito griego me encanta. En una de las versiones, Amaltea fue una cabra cuya leche usaron como alimento las hijas de Meliso para cuidar a Zeus durante su infancia hasta que ser valiera por sí mismo. Cuando éste se convirtió en el rey de los dioses, en gratitud, puso al animal entre los astros y les dio uno de sus cuernos a las hijas de Meliso, asegurándole que les daría todo cuanto pudiesen desear. La leyenda cuenta de que quien poseyera el cuerno podría obtener lo que quisiera. Por decirlo de otra manera, la cornucopia era el equivalente al Santo Grial de la época medieval. Pensé fuerte en la imagen, tanto, que entré a Google a buscar una imagen alusiva. Estaba yo a la mitad de este artículo pensando en la cornucopia. De repente, suena el timbre de la casa. No esperábamos a nadie a esta hora. En el sistema de cámaras alcancé a escuchar a lo lejos que alguien preguntaba por «Alejandro Ariza». Así, salieron a abrir. Se trataba de un regalo que alguien me enviaba… ¡Un arreglo aludiendo precisamente al cuerno de la abundancia! Casi me desmayo por esta sincrónica fuerza del pensamiento. ¿Así le encanta actuar a Dios! Una apreciadísima fan me enviaba esto de regalo y llegando precisamente mientras yo pensaba en la cornucopia. ¡Dios! ¡Gracias Helena! ¡Qué divino regalo! Qué bendición que te dejes usar por Dios y tus sentimientos para conmigo se manifiesten de tan hermosa y sincronística manera. Y como sabes, me encanta poner mucha atención. Investigué la simbología de las flores de tu arreglo, las Lilis y Azucenas blancas. ¡Símbolo de pureza e inocencia! Símbolos de amor eterno, tranquilidad. Hacen alusión a un individuo que se destaca por su integridad, su decoro o su honradez. Según las creencias mesopotámicas, la azucena se la relaciona con el mundo del más allá, considerando que tiene poderes para renacer y volver a empezar. Según la biblia, la azucena es símbolo de providencia. ¡Gracias por el regalo! Luego, al bajar a mi comida, mi queridísimo Voku me preparó de sorpresa una temática en color violeta (más comúnmente referido como morado), mi actual color preferido. Aprendí del arcángel Zadkiel, uno de los siete grandes arcángeles, uno de los Ángeles de la Presencia (quienes están en permanente en presencia con Dios), y uno de los nueve Regentes del Paraíso, el arcángel de la llama violeta, acerca de la transmutación que representa, siempre ayudándonos a perdonar y liberarnos. Su cuidado es una bendición. Por cierto, en el espectro de luz, el ultravioleta es el último color que el ojo humano alcanza a percibir, hallándose exactamente en el limbo entre lo visible y lo invisible, entiendo entre la materia y el espíritu, lugar en donde me siento hoy más que nunca, aquí me desenvuelvo. Hoy me fascina vivir rodeado de alusión al ultravioleta. En mi comida, ¡Caloncho y su música! Cuánto disfruté la manera tan atinada en que nos rescuerda en una de sus canciones, Optimista, una de mis preferidas: «Todo bien, al cien. Calma en mí para poder ver y reconocer bendiciones en mi poder, ¡en mi poder!». Me siento feliz y agradecido. Llevo una muy buena vida por diseño propio. Cada vez más selectivo en mis relaciones. Viviendo más en paz y en armonía que nunca. He tenido las agallas de hacer los ajustes necesarios para seguir haciendo de esta, mi experiencia humana, un diseño de bienestar en todos los sentidos, enfocando y volviendo a enfocar, una y otra vez, mi pensamiento a la omnipresencia de la sustancia universal, esa que engendra una permanente… ¡Emoción por existir! –Alejandro Ariza Z.
0 Comentarios
Deja una respuesta. |
Dr. Alejandro Ariza Z.Conferenciante inspiracional, autor, médico y empresario. ¿Te interesa recibir todas las publicaciones de Alejandro Ariza?
Haz clic en el botón para suscribirte: Archivos
Julio 2022
Categorías
Todo
|