Hoy por la mañana amanecí con una idea en la cabeza: la dificultad para decidir radica en las emociones predominantes en el momento de la decisión. Para decidir con mayor certeza, necesitas decidir con más inteligencia, apartando las emociones. Saber esto es inmensamente valioso. ¿Has escuchado por ahí el famoso consejo de que no tomes decisiones cuando estás enojado? A algo así me refiero. Pero el ejemplo clarificador que se me apareció en la mente esta mañana fue el siguiente: imagina que vienes viajando en carretera por viaje de trabajo y estás en pleno embotellamiento por algún accidente que hubo. Los autos delante de ti no se mueven. Ves una fila interminable y al horizonte no se divisa que nada se mueva. Ya llevas poco más de cuatro horas de viaje y claramente empiezas a sentir la natural desesperación de no saber a qué hora llegarás a tu destino. Imagina que ahí, precisamente en ese momento cargado de esas emociones, alguien te llama por teléfono para que, con cierta urgencia, le definas si puedes viajar en carretera para ir a un lugar de descanso porque hay una oferta en el hotel destino. Lo más posible es que digas un rotundo “¡no!”, o cuando menos un “en este momento no lo sé…”. Las emociones del momento no te permiten entender el beneficio de la gran oferta para un futuro viaje de placer. Las emociones no nos permiten ver con claridad, las emociones nublan el entendimiento. Somos seres, en parte, emocionales, pero como seres humanos somos el conjunto de esas emociones y de inteligencia. ¡Precisamente esa adición a nuestro ser, nuestra inteligencia, es lo que nos distingue de animales de especie filogenética inferior! Y precisamente por ello, cuanto más decidas sólo por emoción, más te asemejas a un animal que a un humano. Mientras más decidas con inteligencia mayormente manifiestas tu dimensión humana. Aclararé algo: siempre habrán emociones involucradas en tu decisión, de lo que se trata es de decidir con más inteligencia que con emoción. El reto: hacer a un lado nuestras emociones lo más que podamos. ¿Cómo? Aquí una lista de cuatro pasos para lograrlo:
Si quieres saber más del tema, puedes leer mi capítulo “Decide” que viene en mi libro La fuerza del pensamiento. De hecho, si hubiera un punto anterior al “uno” de esta lista sería: tienes que saber qué deseas realmente. Mientras la persona no tenga claridad en sus valores, decidir es algo casi imposible. Pero si te has dado tiempo en la vida para saber qué quieres realmente, la lista anterior es muy fácil de seguir. Hoy tan sólo quise advertirte cómo nuestras emociones muchas veces nos nublan la capacidad para decidir. Las emociones son valiosas y muchas veces también pueden ayudarnos a elegir, pero normalmente no, ya que las emociones sólo nos dan información parcial, mientras que la inteligencia nos abre un panorama de mayor claridad y con mayor capacidad para ponderar. No decidas nada cuando estés molesto ni prometas nada cuando estés demasiado feliz. Nunca tomes una decisión de negocios por emoción, sino sólo con inteligencia. Estos han sido un grandiosos consejos que recibí hace años. Todavía me atrapo fallando ocasionalmente en ellos, pero sin duda mucho menos que antes. La vida es oportunidad de práctica. Si entiendes, cambias. –Alejandro ArizaZ.com
1 Comentario
Roberto
31/7/2019 08:39:37 pm
Muy grata reflexión
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Dr. Alejandro Ariza Z.Conferenciante inspiracional, autor, médico y empresario. ¿Te interesa recibir todas las publicaciones de Alejandro Ariza?
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