Estoy terminando de dar una consulta y, antes de atender a mi siguiente paciente (suelo dejar media hora libre entre uno y otro) sentí un impulso casi irreflenable de plasmar unas letras aquí.
De repente... un chispazo de luz golpea tu conciencia, generando una paz que parecía de mucho tiempo a acá, inaccesible. Cuando aceptas que el tiempo ha pasado y que ya no eres el mismo... porque ***naturalmente*** ya no puedes ser el mismo... porque ya no debes ser el mismo. Aquí, el deber y el poder me confunden, no sé qué va primero, pero mejor no investigo, no reflexiono más y acepto que ambos se encuentran, el poder y el deber sucediendo concomitantemente. Siento que nos conviene pensarlo así. Sí querido lector, lectora, el tiempo pasa y con él, cambios suceden, cambios que también nos suceden. Más nos vale aceptar el cambio que luchar, debilitándonos y perdiendo anticipadamente la batalla, intentando seguir como antes. Y a eso me refiero con “luchar”, con el mero hecho de no aceptar que las cosas y uno hemos cambiado. ¿Qué sucede? Pienso lo siguiente: A todo se acostumbra el ser humano. A todo. Uno se acostumbra a tener un cuerpo con determinada salud (esa de por allá de los 20's, 30's, por aquello de que dura casi sin cambios mucho tiempo), uno se acostumbra a tener a su familia como “natural” presencia fija, a sus papás, uno se acostumbra a estar ocupado y productivo todo el tiempo y uno se acostumbra a creer que eso es el deber y lo correcto, haciendo sinonimia con creer que es la única opción digna, noble y honorable; aquí, además de la costumbre, la sociedad aplasta con su influencia reforzando esa creencia, vales tanto cuando produces. Pero... ¡¿Qué crees?! Eso va a cambiar, tarde o temprano. Normalmente un poco más tarde que temprano, así como para que se afiance bien la costumbre, pero... ¡va a cambiar! Nuestro reto: romper con la costumbre, por más afianzada que ya la tengamos. Por ello aquel afamado y, por lo mismo molesto, concepto de vida como ley: nada es para siempre. Cuesta trabajo aceptarlo cuando somos animales de costumbres. Vamos, fíjate cómo hasta la costumbre se acaba. Más te vale que aceptes esto y lo tomes con filosofía como algo "totalmente normal" y, de esa manera, esperado, pacífica y amorosamente esperado. Y me adelanto a algo: no basta con entenderlo intelectualmente, ahí como cuando podrías decir: "Claro, correcto Dr. Ariza, estoy totalmente de acuerdo", no, no, no. No basta con racionalizar algo que hasta podría escucharse lógico. El reto es aceptarlo en tu muy particular caso de verdad, emocionalmente, espiritualmente. Dedicando tiempo y trabajo introspectivo al respecto, te adelanto que el reto está en el manejo de nuestras emociones frente a la finitud de varias etapas de la vida, como descubriendo con sorpresa que, hoy por hoy, parece que podemos vivir "varias vidas" en una sola e ir dejando cada una es un tipo de muerte mientras vivimos. Sí, es ir practicando para un momento de gran trascendencia. La buena noticia..., hay una gran luz cuando al final, terminas aceptando por entender mucho más allá de la lógica o por medio de la inteligencia. Tres pasos emocionales y espirituales hay que dar para, al fin, alcanzar a aceptar "plenamente":
Me permitiré reflexionar brevemente en cada una de estas recomendaciones. Descubrir que la vida entera es una colección de experiencias, tejidas tan perfectamente una con la siguiente, que claramente vivimos el espejismo de creer que se trata de “una sola cosa”. Primero, ni es una, y segundo, ni es cosa. El entramado es perfecto, y por eso no descubrimos fácilmente cuándo dejamos de ser niños y empezar a ser adolescentes, o cuándo dejamos de ser adolescentes para entrar a la adultez. Es como intentar distinguir las notas musicales el el sonido de una sirena. Imposible. Es un cambio tan sutil que sí notamos un cambio en el sonido, pero es imposible descubrir exactamente cuándo sucedió el cambio. Pienso que así la vida. Por eso nos acostumbramos a una etapa cuando ya estamos en la siguiente y de repente llega un día en donde nos preguntamos qué pasó. A veces pienso que el plan es tan perfecto (aquí hace la entrada Dios, el creador, para los que creemos que sea la causa primaria de todo esta misteriosa experiencia) que la dificultad para descubrir cuándo inicia y cuándo termina una etapa es ideal para no sentir tan de golpe el final de alguna, con la posible nostalgia y dolor de atestiguar con toda certeza de que una etapa llegó a su fin. Viéndolo así, tiene su encanto el diseño del “poco a poco y sutilmente” para que no nos demos cuenta. Pero hoy, aquí, reflexionado juntos, sí conviene entenderlo para sentirlo y por ahí aceptarlo. Pasando al siguiente punto, el tiempo no existe. Sólo que leerlo así de golpe pudiera parecer un absurdo en colisión con la más pura experiencia .Y pues es que se trata de otro espejismo. El tiempo no pasa, el que pasa es uno. El tiempo está ahí, permanentemente presente, el que pasa es uno. A partir de hoy, en vez de que algún día se te salga la clásica expresión: “Ay, qué tal se está pasando el tiempo de rápido”, quizá mejor, mucho más atinado y real sería decir: “Ay, qué tal estoy pasando en el tiempo de rápido”. Quizá por no querer confrontarnos con el dolor de nuestra natural finitud de la experiencia humana, es que mejor pensamos que el que pasa es el tiempo. Aquí entre nos, dentro de ti, debes madurar, crecer en conciencia y siempre tener presente que el que está pasando es uno. Cuando lo descubres y lo entiendes y lo sientes perfectamente, sucede algo mágico: ¡La prioridad de nuestros valores se ajusta a un orden mejor! Y es que sufrimos tanto por que algo no esté de acuerdo a nuestros valores, para luego descubrir que parte de ese dolor tiene como fuente partir del error, creer que uno es inmortal. Desde ese inconsciente error, acomodamos nuestra escala de valores, y así, podemos llegar a darle mucha importancia a algo o a alguien que, sólo es pasajera. Y no por tan sólo ser ese alguien o esa experiencia en sí misma pasajera, sino porque nosotros también. Un acto que realiza alguien y que te molesta, puedes llevarte la sorpresa de que te deje de molestar o disminuir grandemente su importancia, cuando sabes que vas a desaparecer. ¿Recuerdas aquel dicho que dice “No hay mal que dure 100 años”? Pues a algo más o menos así me refiero. Quizá podríamos decir: no hay mal que dure yo 100 años en observarlo. Es altísima la posibilidad de que nos iremos antes de los 100 años. Si piensas que puedas vivir más, sólo cambia el dicho a 200 y ya. Uno empieza a vivir optando por más paz cuando sientes cómo vas pasando de verdad. Esa es la parte buena, quizá extraordinaria, de este momento de reflexión. Y pasando a mi tercera recomendación, te he de afirmar que nos conviene entender y sentir, deliberadamente, que la vida es una oportunidad para disfrutar. Mi postura es eminentemente epicúrea, el sentido de la vida es el goce, el disfrute. Y ese sentido nosotros se lo damos a cada experiencia que tengamos. Aquí siento menester citar una frase que aprendí de mi mamá: “Hay que saber vivir sabiendo que cada etapa de la vida tiene su propio encanto”. ¡Uf! ¡Cuánta sabiduría en esas palabras! Cada etapa de la vida tiene “su propio” encanto. Nuestro problema es habernos engolosinado tanto con el encanto de determinada etapa que lo queremos eternizar. Primero, ni se puede, y segundo, en el intento estamos cerrándole el paso el siguiente nuevo encanto, el de la siguiente etapa. Hay que aprender a soltar para poder recibir. Quizá va por ahí el arte de saber vivir bien cada etapa. Ten la certeza de que la siguiente etapa trae su propio encanto, saber esto, con certeza, te ayudará a sentir la fuerza que se requiere para soltar el encanto anterior, desprenderte y cerrar la etapa. ¿Viene algo mejor? No sabría si afirmártelo así, pero lo que sí te puedo decir, por lo menos hasta la etapa en la que me siento ir pasando, es que lo que viene también encantador y mucho. También. Creo que hasta ese momento, cuando logras cambiar realmente acorde a los cambios de la existencia humana, decides disfrutar “ir tocando” sin ir aprisionando. Hasta no lograr este nivel de conciencia, se siente una casi silente zozobra, esa difícil de explicar, pero que claramente se siente conforme vas pasando en el tiempo. Va surgiendo una frustración autogenerada por la no aceptación de lo más natural. ¡Qué maravilla alcanzar a coincidir en un momento de tu vida con otro mío aquí! Festejo que juntos hayamos reflexionado. Los cambios que puedes ver en tu piel, le suceden a tu cuerpo, pero no a ti. También ir descubriendo esta otra realidad, ayuda. Recibe un abrazo de mi parte. –Alejandro.
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¿Has llegado a sentir cierto tipo de pena por experimentar tanto placer? De esos momentos en que se goza tanto, pero tanto, que hasta se asoma un chispazo de culpa asomando su letrero de que "creo que ya es demasiado". Pero, luego de unos momentos... ¡Y qué! ¿No acaso la vida es para dase oportunidades hedonistas así? Yo creo que sí.
Hoy por la mañana viví una experiencia así. Primero que nada, he diseñado una vida para ser dueño absoluto de mi tiempo, así llevo ya poco más de 30 años. Esa es una de las grandes ventajas de ser emprendedor. Ya desde ahí, inicia el placer, porque uno puede diseñar días exclusivos para uno. Pareciera pecado dedicarse sólo a uno mismo, pero yo recomiendo incluso poner el compromiso en calendario. Hay que saber estar uno sólo con uno mismo. Si no has logrado esto, te estás perdiendo de cierto tipo de hedonismo. Así, de esta manera, me desperté cuando se me abrió el ojo. Otra fuente de placer. Hace años escuché que la gente pobre se levanta cuando suena su despertador, mientras que la gente rica se levanta cuando se despierta, sea la hora que sea. Vida de rey. Planear un día en calendario así, tiene su encanto. Luego, me metí a bañar, pero no un baño cualquiera, sino siendo extremadamente consciente de los productos que uso y disfrutándolos al máximo. El agua a la temperatura ideal, la que deseo al momento, el masaje de regadera hidroneumática, los tipos de champús, los productos que limpian la cara, la aromaterapia y más. Luego el proceso de secado con toallas deliciosas y la subsecuente embarrada de cremas y productos especiales para la piel. Concentrarse en los olores y sensaciones, con música de fondo en el baño, tiene un encanto. Y adereza el encanto el hacer todo esto sin la más mínima prisa… no hay pendientes adelante. Ninguno. ¡Ninguno! Luego viene el arte de vestirse y disfrutar cómo he bajado de peso y ponerme la ropa que más me guste, una ideal para el calor. Así, bajo a prepararme mi desayuno. Primero lo primero: mi exquisita taza de café recién molido. Aquí podría hablar por horas y horas, pero haciendo un arrebato de mi capacidad de síntesis, es recibir un beso de buenos días por parte de Dios, así siento el primer sorbo de mi café, un café que elijo muy cuidadosamente para que no tenga absolutamente nada de acides y al mismo tiempo tenga un cuerpo intenso con un retrogusto amaderado y aromatizando toda mi cocina a un exquisito café. Me mantengo intensamente consciente, hasta con los ojos cerrados en cada sorbo. Ahora, a prepararme (porque me gusta hacérmelo a mí mismo) un delicioso omelette. La fusión del huevo y el queso, aunado a las rebanadas de pechuga de pago y un pan tostado keto, hacen un deleite en donde al cortar y tomar un fragmento, ver cómo se estira el queso y el humo con aroma previo al bocado ya inicia la digestión visual de placer intenso. Así mi desayuno. Para cerrarlo con una galleta de almendra keto-canela y colándose un conejito de chocolate Turín. Esos bocados de “postre” con el café son momentos donde dan ganas de llorar de placer y inmensa gratitud. Si dije “gracias” veinte veces durante mi desayuno, fueron pocas. Empecé a sentir calor y prender un ventilador que hay en la cocina con aire fresco para esos momentos, resultó en otro placer. Llegué a sentarme con los codos sobre la mesa y mis manos sosteniendo mi frente mientras mantenía mis ojos cerrados, sintiendo el aire fresco en todo mi cuerpo y agradeciendo constantemente. Seguía pasando el tiempo sin pendiente alguno. Tenía que cerrar un rato así (ya habían pasado varias horas) con otro deleite para mí: escribir. Aquí estoy haciéndolo para ti… ¿o para mí? Bueno, para los dos. Espero haberte salpicado de placer con mis letras. Una vida hedonista. Datos culturales que sentí menester compartir en exclusiva aquí para ti: La palabra “hedonismo” es de origen griego, formado por *hedone* que significa “placer” y el sufijo *-ismo* que expresa “doctrina”. Por lo tanto, hedonismo es una doctrina filosófica que coloca el placer como el bien supremo de la vida humana. El filósofo Aristipo de Cirene, a quien se le considera el padre del hedonismo, discípulo de Sócrates, realizó una distinción entre los dos lados del alma humana. Por una parte, pensó que existía un movimiento suave del alma, que sería lo que se conoce como placer y, por el otro, un movimiento áspero del alma, es decir, el dolor. En virtud de ello, concluyó que el placer tiene el objetivo de disminuir el dolor, siendo el único camino para conquistar la felicidad. Para el filósofo, Cirene el placer del cuerpo es el sentido de la vida. Así nació la “Escuela Cirenáica” del hedonismo, por allá del siglo IV a III a.C., que sostenía que el placer era un bien superior y promovía las gratificaciones corporales por encima de las mentales. Yo creo que esa escuela justificaba que tuviéramos un cuerpo precisamente de esa manera. A momentos, te confieso que estoy de acuerdo con ello. Si no… ¿qué sentido tendría que tuviéramos un cuerpo? Ahora bien, hablando un poco acerca de la “filosofía del placer”, en esencia existieron dos “escuelas”, una la que ya te he nombrado, la “Cirenáica”, y otra fue la “Epicúrea”, formada por “hedonistas racionales”, seguidores del filósofo Epicuro de Samos. Esta otra escuela se creó para perfeccionar el hedonismo, promoviendo que el mayor (mejor) placer consistía en una vida tranquila, con pocos deseos, evitando así el dolor. La diferencia parece sutil, pero sí es superior, ya que manifestaciones de alguna manera dolorosas suceden con la frustración de los deseos no cumplidos, entonces, más placer sin desear, optar por una vida más tranquila, sin tantas condiciones para ser feliz, y ahí mismo la felicidad se asomaba, en una vida que evidenciaba la ventaja de la disminución del deseo sobre adquisición inmediata del placer. Para los epicúreos, era más inteligente hacer lo que se tuviera que hacer para evitar el dolor. ¡Qué inteligentes estos! ¿Tú ya notaste todo lo que haces en contra de tu voluntad? Parece absurdo, pero existe. Bien sabes lo que no quieres, y aun así ahí andas haciéndolo, por costumbre, porque ya empezaste, porque la sociedad te ordenó ser así y un sin fin de etcéteras. Por eso, atreverse a vivir una vida epicúrea, requiere de una gran autoestima, porque implica el atrevimiento de evitar lo que te genere dolor, aunque la sociedad te haya hecho creer que es parte de “el deber”. Este es un buen momento para reflexionar. ¿Te das oportunidades, programadas en calendario, de una vida epicúrea, hedonista? Yo sugiero que lo hagas. Es parte de la alegría de vivir la experiencia de ser humano, de estar envueltos en esta burbuja biológica llamada cuerpo al que podemos exponer a fuentes de placer y evitándole dolor. Lograrlo es de grandes. Ahora bien, siguiendo con el placer que también genera el conocimiento, te sigo platicando… en el hedonismo contemporáneo, la figura más relevante es el filósofo francés Michel Onfray que propone darle más importancia al ser que al tener, y es por ello que invita a todos los individuos disfrutar de las pequeñas cosas de la vida como: el amor, el oler, el gustar, entre otras. Bajo mi perspectiva, uno de los más grandes placeres: la experiencia gozosa. Te comparto todo esto para ir entendiendo un pilar de la psicología humana: al fin al, todo lo que optamos por hacer es para generarnos placer o evitarnos dolor. En ese precepto se sintetizan todas las causas del comportamiento humano. El hedonismo ético tiene como objetivo contemplar el placer y extraer el bien de los bienes materiales como objetivo de la vida. Como nota al margen, debo comentar brevemente lo que considero antitético, el “hedonismo cristiano” que postula precisamente que no puede haber verdadero placer en nada, más que en amar a Dios y al prójimo. Fuera de esto, no hay placer. ¿Cómo ves esta postura? Y más luego de lo que se va descubriendo y saliendo a la luz pública de la vida privada de ciertas figuras de autoridad religiosa. Ya sabes, temas espinosos. Guardaré para futuras reflexiones, distinguir entre el hedonismo y el estoicismo. Porque éste segundo empezó a negar el primero como fuente de placer. ¡Qué tal? Espero que hayas experimentado placer al leerme aquí. Por lo menos yo lo experimenté escribiendo para ti. Por el placer de vivir… –Alejandro Ariza Z. |
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Dr. alejandro ariza zárate.Librepensador, conferenciante inspiracional, autor, médico y empresario. Archivos |